Más de ochenta mil candidatos. Once mil dignidades. Ocho partidos políticos y 271 movimientos (nacionales, provinciales, cantonales y parroquiales) hacen parte del panorama electoral que se viene en este proceso en marcha en el país del buen pedir.
Quienes proclamaban fervorosas consignas contra la partidocracia, en efecto, acabaron con los partidos políticos y, en busca de consagrar el partido único, idearon los movimientos en los que no se distingue ideología alguna y en donde se podían camuflar perfectamente simpatizantes del partido gobernante y cobijarse con otras banderas para dar el triunfo a la entonces llamada revolución ciudadana.
Así dejaron cocinada la fanesca nacional, el champús ideológico, el chaulafán electoral. El esquema es el mismo hoy. En esos movimientos caben desde todos los populismos y autoritarismos hasta sectas religiosas extremas. La lista de movimientos resulta hasta graciosa: nuevos talentos, creyendo en nuestra gente, victoria siempre, construir, esperanza y caridad, obras son amores… algunos llevan nombres de sus fundadores y otros de consignas de revoluciones victoriosas. En esa chanfaina electoral y polulista es difícil adivinar la dirección de timón que puedan tener: derecha, centro, izquierda, en zig-zag o ninguna. Un candidato decía en televisión que en su movimiento hay poquito de todo: alguito de capitalismo mezclado con justicia social. ¡Plop! Muchos alcaldes, para diferenciarse del partido único o para distanciarse de la oposición, crearon su propio movimiento disimulando así los cambios de camiseta.
Así como no es fácil distinguir la ideología o la propuesta de cada movimiento tampoco es fácil distinguir unas ofertas de otras pues todas tienen que ver con el buen pedir al que se ha acostumbrado el pueblo: la gente pide hospitales y los candidatos los ofrecen; los ciudadanos piden universidades en cada cantón y si es posible, en cada parroquia, y los candidatos acogen el pedido y ofrecen universidades en cada cantón y en cada parroquia; piden subsidios y les ofrecen subsidios; piden trabajo y les ofrecen trabajo; piden créditos para desarrollar emprendimientos y los candidatos ofrecen créditos para desarrollar emprendimientos; piden casas y los candidatos ofrecen construir casas; piden ayuda para velar al pariente o para traer al migrante y los candidatos se desgañitan en sus discursos ofreciendo hasta lo imposible, sin sonrojarse siquiera…
La cantidad de aspirantes a cargos de gobiernos intermedios es proporcional al desempleo creciente. Las ofertas electorales abundan de acuerdo al interminable pliego de peticiones ciudadanas. Nadie parece darse cuenta de hay saldos rojos en las chequeras del país. Piden pan, pero luego, no les dan; piden queso, les dan hueso.