La inusitada y sorpresiva iniciativa rusa, inmediatamente aceptada por Siria para poner bajo control internacional y posterior desarme de sus armas químicas de destrucción masiva, detuvo en firme el inicio de un ataque limitado con el que se pretendía sustituir a una muy poco probable aplicación del capítulo VII de la Carta de la ONU, debido al veto de China y Rusia.
Los ataques de misiles, tenían como finalidad política, cumplir con un efecto de sanción por la masacre causada en la población siria con el uso de gas zarin y evitar un probable uso de ese tipo de armas en el futuro por cualquier Estado que las posea, conforme a la proscripción establecida en el sistema internacional.
La falta de evidencias claras sobre la responsabilidad del uso de las armas químicas, en Siria y la incertidumbre de las consecuencias del ataque, progresivamente fueron debilitando la legitimidad buscada tenazmente por el presidente de los EE.UU.
Al momento se ha desescalado la situación de crisis; sin embargo, no hay avance hacia una solución política del conflicto; apenas se ha reducido la intensidad del peligro de abrirse una guerra regional y se ha ganado tiempo que bien puede servir para reiniciar el diálogo diplomático en el marco de las Naciones Unidas, o para implementar una estrategia dilatoria, como parece, liderada por Rusia que se siente comprometida al haber participado en el desarrollo de las armas químicas. Al mismo tiempo Rusia ve una oportunidad para defender sus intereses geopolíticos con el eje Siria, Irán, Irak, Líbano, en contraposición a los del otro eje conformado por Estados Unidos, Francia, Jordania, Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Bahréin, Kuwait.
El conflicto mul tiétnico, político, religioso de Siria permanece intacto, no obstante los miles de muertos y los millones de refugiados, mientras la tenaz defensa de la soberanía y de la no intervención en asuntos internos sigue siendo la base para sostener una guerra civil e invalidar la resolución de la ONU del 2005, “Responsabilidad Para Proteger”, a una población cuando su propio estado la aniquila.
El control y desarme de Siria ha sido catalogado como misión imposible, por lo costoso, peligroso, demorado pero especialmente por la contumaz falta de seriedad que demuestra Siria, llegando a no autorizar la visita de los observadores de la ONU.
Lo que sí está claro es que la estrategia de “Disuasión Ofensiva” llevada a cabo por los EE.UU. ha rendido fruto. El temor ante el ataque estadounidense, con una capacidad sobre la que no hay duda y la voluntad política decidida, en medio del desespero apresuro una iniciativa de contención del ataque y reforzó Rusia a su base de Tartus en Siria a pesar de la des actualización operacional de su Armada, al mismo tiempo que vio una oportunidad para una estrategia dilatoria convergente Ruso-jihaidista en beneficio de la consolidación del poder Alawita al que apoyan chiitas, salafistas, wahabistas como nuevo poder geopolítico regional.