Parecería que los 10 años de correismo, uno de los más nefastos que ha tenido el país en términos de corrupción, abuso de poder y dilapidación de los recursos del Estado, terminaron por contaminar a prácticamente todas las instancias de la sociedad.
Y aunque siempre ha habido problemas de diferente índole en el Ecuador, las Fuerzas Armadas, al igual que la Iglesia Católica, siempre han mantenido una buena imagen, alta credibilidad y confianza de parte de la población.
No obstante, la semana pasada 7 militares fueron detenidos por su presunta participación en una red de tráfico de armas. De acuerdo a la información proporcionada por la Fiscalía, esta banda, conformada por civiles y militares, se encargaba de conseguir armamento y municiones de los rastrillos de los destacamentos militares para enviarlos a la población de Borbón y, desde allí, a manos de los grupos irregulares ubicados en Colombia.
Pero esto no se queda allí.
El pasado 14 de abril la policía detuvo por tráfico de drogas a un marino que era parte de la seguridad del presidente de la República Lenin Moreno. El 26 de agosto, agentes antinarcóticos arrestaron a un sargento y subteniente de la FAE (Fuerza Aérea Ecuatoriana) con 220 paquetes de marihuana. El 13 de septiembre dos militares de la FAE fueron sorprendidos en las inmediaciones del Aeropuerto de Manta con una tonelada de cocaína.
¿Cómo podríamos calificar todos estos hechos? ¿Se trata de casos aislados y malos elementos que generalmente existen en toda institución? ¿Fallaron los servicios de inteligencia y, en especial, de contrainteligencia en Fuerzas Armadas? ¿Dónde están los controles que generalmente deberían existir y el papel de los altos mandos? ¿Al igual que en México y Venezuela, las Fuerzas Armadas ecuatorianas han sucumbido a la influencia del crimen organizado? ¿Todos estos hechos son la evidencia de la crisis que atraviesa la institución militar?
En esta semana celebramos como país los 20 años de la firma de la paz con el Perú. Pese a que no se pueda estar completamente de acuerdo con lo conseguido por los medios diplomáticos, la actuación previa de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas fue destacada y loable.
Podría incluso decirse que en este hecho se pudo apreciar el nivel de preparación, disciplina y clara vocación militar de velar por los altos intereses del Estado.
No obstante, tengo la impresión que ese espíritu, aunque todavía permanece latente en buena parte del estamento militar, no es el mismo. Frente a la embestida de un régimen corrupto, del narcotráfico y el crimen organizado, las Fuerzas Armadas deberían leer con sumo cuidado los recientes acontecimientos en que algunos de sus miembros se han visto involucrados. No se trata de cerrar filas sino de hacer correctivos inmediatos.
El Ecuador y la propia institución militar lo demandan.
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