¿Debido a qué razón deberíamos poner nuestros ojos con lo sucedido en ese país, cuna de la civilización occidental, si se encuentra tan lejano a nosotros y los acontecimientos que se suceden a su interior, aparentemente, poca o ninguna influencia tendría por estos lares?
El caso griego es digno de resaltar por las similitudes con otras geografías. La principal de ellas la relacionada con la deuda externa.
Grecia -a través de los años- acumuló préstamos que ahora equivalen al 176% de su PIB. Los distintos gobiernos que se sucedieron endeudaron al país y gastaron los recursos en sus administraciones.
Cuando se encontró en problemas para atender sus obligaciones internas y del exterior, acudió al Banco Central Europeo para que fuese a su salvataje. Con recursos aportados por otros países de ese continente, principalmente Alemania, se le otorgó ayuda financiera pero se le exigió que reduzca su gasto.
Lo anterior creó malestar que fue capitalizado por un movimiento de izquierda que triunfó en las últimas elecciones y su líder Alexis Tsipras fue designado Primer Ministro. Una vez en el poder ha concurrido donde sus fiadores y ha solicitado una condonación de la deuda o una “quita”, en sus palabras, la misma que ha sido rechazada categóricamente por los inconvenientes que aquello les acarrearía al interior de sus países.
¿Cómo explicarían los gobiernos acreedores a sus electores la decisión de “regalar” dinero a un país que se encargó de despilfarrar sus recursos? ¿De qué manera podrían requerir a su población disciplina fiscal, si han financiado a un país que no tuvo conmiseración en elevar su nivel de gasto a márgenes inaceptables?
Incluso un prestigioso Premio Nobel comúnmente citado por los partidos de izquierda, ha defendido la posición del nuevo gobierno griego y ha criticado la política de Alemania que reclama a los herederos del imperio helénico que cumplan con sus compromisos.
En su alegato a favor de los deudores, condena que se predique austeridad cuando -a su parecer- lo que requiere Grecia es mayor gasto para levantar su alicaída economía. Olvida que el salvataje de hace algunos años se produjo gracias al ahorro de otros miembros de la UE, cuyas poblaciones -como la alemana- se privaron de gastar en su favor para acudir en ayuda de quienes no fueron cuidadosos en la administración de recursos. Se estaría privilegiando al desordenado.
¿Pretenderán a futuro que alguien les preste dinero si en este momento desconocen las obligaciones adquiridas? Percibiendo este peligro otros países, como España, se han opuesto a esta rebaja de la deuda. Observarán que si la comunidad financiera avista el riesgo que los recursos entregados a estos países nunca retornan a su origen difícilmente podrán obtener dinero fresco que requerirán para sus nuevas inversiones y emprendimientos, hipotecando su desarrollo.
Grecia significa muy poco en el conglomerado europeo, por lo que su hipotética salida del euro no afectaría mayormente a la Unión. Más bien serviría de precedente para que se midan las consecuencias de comportamientos que llevan al desequilibrio.