Acaba de cumplirse 10 años de la entrada en vigencia del euro. Si en un principio existieron muchas expectativas de lo que podría significar tener una moneda única, la actual crisis ha puesto en cuestión su vigencia, despertando viejos resquemores y preocupaciones de las consecuencias que podría generar para el proyecto de la Unión Europea y para cada una de las economías de los países miembros.
El efecto, tal y como ha reflejado en sus páginas la prensa internacional, el euro tiene un agridulce aniversario. Tras cuatro cumbres europeas, una multitud de reuniones de ministros de Finanzas y la aplicación de una serie de medidas, parece inevitable que 2012 no solo será de bajos niveles de crecimiento para buena parte de los países de la Eurozona sino de una inminente recesión.
Las medidas que hasta ahora se han tomado parecen ser insuficientes frente a la dimensión del problema que afrontan Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia. No se sabe con certeza si los ajustes y medidas de austeridad, los despidos en el sector público, recortes en las pensiones y el aumento de los impuestos tengan un efecto positivo.
En el caso de España, en 2011, tuvo un déficit fiscal del 8 por ciento. Para estabilizar la economía, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha propuesto una serie de medidas como un recorte en el gasto de 16 500 millones de euros, incremento de los impuestos, supresión de las bonificaciones al gasóleo, congelación de los salarios de los funcionarios públicos, aumento de la jornada laboral a 37,5 horas semanales.
Sin embargo, aunque estas medidas pueden ayudar a poner en orden las cuentas de los Estados, no ayudan necesariamente a impulsar la economía. Existe la duda sobre la sostenibilidad a largo plazo de las medidas de carácter fiscal ya que no sería suficiente para generar confianza en los agentes económicos.
Es interesante destacar que pese a que en cada uno de los países de la Eurozona la problemática ha sido muy particular, llama la atención que el chivo expiatorio de la crisis haya sido el euro.
Eso ha llevado a que nuevamente tomen vigencia ciertas críticas que en el pasado se hicieron a la unión monetaria. Margaret Tatcher, ex primera ministro británica, tiene una frase lapidaria: “…el artificial y utópico megaestado que ustedes quieren construir será una “torre de Babel”, dominada por Alemania y desgarrado por crisis económicas”.
¿Las medidas tomadas terminarán por surtir efecto o estamos ante el fin del euro? ¿El colapso de la Eurozona arrastrará consigo a la gran empresa común de la Unión Europea? ¿Estamos ante el fin del artificial y utópico megaestado criticado por Tatcher?