Si a los problemas crónicos los enfrentamos con las armas de siempre, lo más probable es que sigamos inmersos en el mismo círculo vicioso. El atajo recurrente de la Conaie para poner en jaque la institucionalidad es el precio de los combustibles. Y gobierno tras gobierno la estrategia ha sido aguantar, “negociar” bajo presión y financiar subsidios a costa de otros sacrificios.
En Guayaquil, María Josefa Coronel no se enfocó en desalojar tramitadores sino en reinventar el Registro Civil Municipal. Fue tan eficiente y moderna su propuesta que el correísmo no tardó en trasladar ese modelo al resto del país.
Y hace algo más de dos décadas cuando la plata fugaba, los bancos se desangraban y el sucre perdía su valor aceleradamente el expresidente Jamil Mahuad tomó la decisión de adoptar al dólar como moneda de uso común. Hoy Argentina debate si debe replicar la fórmula ecuatoriana para frenar su inflación rampante y devolver el poder adquisitivo a la gente.
América Central no produce petróleo y su alto precio encarece incluso la generación de electricidad. En 1994 Costa Rica inició un cambio de matriz para romper la dependencia de los hidrocarburos en la generación de energía. Veinte años después, el 99% de la luz del país proviene exclusivamente del ímpetu del viento, los rayos solares y la fuerza de los ríos. Y las planillas son más bajas.
Si la gasolina es el problema entonces atrevámonos a impulsar masivamente la llegada de vehículos eléctricos para el transporte de personas y productos. Es lo menos que merece un país comprometido con el cuidado del ambiente y desgastado por una pelea estéril. Puede que nos tome varios años la transición pero si hubiéramos iniciado con el tan cacareado cambio de matriz productiva y energética ya tendríamos un dolor de cabeza menos. Chile, tendrá cerca de 1800 buses eléctricos en 2023 y varios ministerios costarricenses, además del correo, operan ya con unidades a batería. Nos urge un cambio radical, no la misma manito de gato al apuro.