El 5 de enero de 1988, el poeta Vitali Shentalinski envió una carta a la Asamblea General de la Organización de Escritores de Moscú: “Durante los años de gobierno soviético se detuvo a unos dos mil escritores, y cerca de mil quinientos murieron en cárceles y campos de concentración… Las circunstancias y las fechas de la muerte de estos escritores se silencian o se falsifican, sus biografías están repletas de lagunas, y en las enciclopedias y obras de consulta se citan datos falsos… Durante las detenciones se les confiscaban sus manuscritos y sus archivos… Cabe la esperanza de que una parte de esta documentación permanezca intacta. ¡Tratemos de salvarla!” Sugirió que se formara una comisión especial para iniciar una investigación.
A partir de ese día, ante el escepticismo y la desconfianza de sus propios colegas, con admirable valentía, no dejó de presionar a las autoridades (era la época de la perestroika) para que se integrara la comisión y le permitieran revisar los archivos literarios del KGB. Logró su objetivo, superando evasivas y demoras, después de dos años. En los expedientes secretos encontró los detalles de ominosas historias de delación y traición, sadismo y odio, torturas y humillación, dudas e incertidumbres, mentiras y encubrimientos, asesinatos e impunidad. Los resultados de su minuciosa investigación fueron difundidos en tres libros: ‘Esclavos de la libertad’, ‘Denuncia contra Sócrates’ y ‘Crimen sin castigo’.
Hagamos una lista mínima -mencionaré pocos casos- de algunos de los más destacados pensadores y escritores soviéticos del siglo pasado que fueron víctimas de la represión: Nikolái Gumiliov, fusilado; Nikolái Berdiáiev, expulsado del país; Borís Pilniak, fusilado; Osip Mandelshtam, murió en el campo de concentración de Kolymá; Isaac Bábel, fusilado; Nikolái Kliúyev, fusilado; Vsiébolod Meyerhold, fusilado… Andrei Bieli, Marina Tsvietáieva, Andrei Platónov, Mijaíl Bulgákov, Borís Pasternak y Anna Ajmátova, entre otros, fueron vigilados, hostigados, detenidos e interrogados. Las autoridades prohibieron la publicación de sus obras y, en último término, silenciados y postergados, murieron en la soledad y el abandono.
He leído que en Moscú se instalará una estatua de Stalin. Es un homenaje a un psicópata asesino, cruel y despiadado. Es una prueba más de que los pueblos carecen de memoria. ¿Cómo es posible haber olvidado que el Archipiélago Gulag fue en realidad el más grande campo de concentración de la historia? ¿Cómo olvidar que la impune persecución a los intelectuales -filósofos, lingüistas, poetas, novelistas, cineastas, pintores, músicos- fue una planificada y sistemática política de Estado? No en vano Lenin, en carta dirigida a Máximo Gorki, había escrito que los intelectuales son “los lacayos del capitalismo” y que “se consideran el cerebro de la nación. En realidad no son su cerebro, sino la mierda…” Lenin dixit.