Crimen y cerveza

La medida tiene una segunda intención o las autoridades que la tomaron son de una ingenuidad digna de cuento de hadas. Me refiero a la regulación interministerial de prohibir, en determinados horarios, la venta de bebidas alcohólicas para' combatir la delincuencia. (Entendió bien: el Ejecutivo cree que habrá menos crimen si hay menos cerveza).

La delincuencia se combate, por un lado, con leyes severas y con una Policía eficaz. Por otro, la delincuencia se previene con empleo y creando redes de apoyo para los sectores más desprotegidos de la sociedad. (Entregar 30 dólares mensuales a una persona no es precisamente una política de apoyo social).

El consumo excesivo de licor puede relacionarse con el alcoholismo, no con la delincuencia. Por tanto, la medida del Gobierno pudiera, en cierta medida, justificarse para combatir esa grave enfermedad, pero no para acabar con el crimen. (¿O es que los miembros del Régimen piensan que un alcohólico es un delincuente? Supongo que una idea como esta será inaceptable para ellos y, de hecho, para cualquier persona con dos dedos de frente).

Entonces ¿qué tienen en mente quienes aprobaron aquella regulación? Difícil saberlo. Las personas no reducirán su consumo de alcohol ni dejarán de beber porque se restrinjan los horarios de venta de licor.

Empezarán a tomar más temprano o comprarán alcohol anticipadamente para consumirlo después. Si no pudieran hacer aquello, empezarán a consumir otras drogas -el alcohol también es una droga, aunque socialmente aceptada- incurriendo, por tanto, en actividades ilegales.

Esta medida inconsulta muestra que las autoridades están bajo mucha presión de la ciudadanía y no saben cómo resolver la escalada de violencia que sufre el país. Talvez la adoptaron para crear un golpe de efecto que les diera un respiro mientras deciden cómo mismo enfrentar este tema.

Prohibir el expendio de licor en determinados horarios para supuestamente combatir la delincuencia denota gazmoñería y escaso entendimiento de la condición humana. A las autoridades del Ejecutivo les convendría leer a Montaigne. En uno de sus famosos ensayos, titulado ‘Sobre la borrachera’, este pensador francés -padre intelectual de Shakespeare- aseguró que parte de la formación moral de una persona es escoger bien sus vicios. Robar y beber en exceso son ambos vicios, pero distintos. Es mejor cultivar el segundo, es decir aprender a beber licor, que aprender a robar.

Una persona que administre bien su vicio -es decir que sepa cómo, cuándo y con quién emborracharse- tiene una mejor contextura moral que alguien que autoproclama a los cuatro vientos su sobriedad pero que no tiene empacho en robar cuando puede.

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