En 1833, en medio del enfrentamiento con sus opositores agrupados en la sociedad “El Quiteño Libre, el presidente Juan José Flores mandó prender a sus miembros. Moncayo, Ascásubi, Muñiz, Machuca y Landa fueron encarcelados y enviados a Guayaquil. Los demás lograron esconderse. Rocafuerte envió una filípica al Congreso, que le valió su descalificación como diputado, su apresamiento y destierro”.
A principios de octubre, una insurrección castrense estalló en Guayaquil. Su jefe, el comandante Pedro Mena, asumió el mando de la provincia. Una de las primeras acciones de los revoltosos fue interceptar a la escolta de Rocafuerte en el camino de Naranjal, y traerlo a Guayaquil, donde lo proclamaron jefe supremo del Departamento.
En Quito, las noticias sobre la insurrección de Guayaquil alentaron a los opositores, que intentaron infiltrar los cuarteles para una revuelta armada. Dos sargentos fingieron seguir las instrucciones de los conspiradores; pero mantuvieron a Flores al tanto de la conjura. De ese modo el Gobierno supo de los autores, el día y la hora del proyectado golpe. El Presidente, enterado de los sucesos de Guayaquil, salió de la capital dejando instrucciones para reprimir el intento subversivo.
La noche del 19 de octubre, los conspiradores se agruparon en varias casas adyacentes a la plaza de San Francisco. La gran mayoría no llevaba armas, puesto que todos creían que iban a tomar posesión del cuartel en forma pacífica. A la hora convenida se acercaron a este, pero, cuando pasaban por el pretil de la catedral, se abrieron las puertas del cuartel y salieron los soldados armados de lanzas, matando e hiriendo a todos los que pudieron. Hall, que estaba montado a caballo, fue la primera víctima. Cayeron también Echenique, Albán, Conde, Camino y otros. Echenique estaba armado pero entregó sus pistolas a un soldado que al verlo inerme lo lanceó. Albán era uno de los líderes de la revuelta popular del 2 de agosto de 1810. Al amanecer el día 20, varios de los cadáveres fueron colgados de un poste.
Luego de una incursión desde Nueva Granada y una fracasada revuelta, dos destacados miembros de la sociedad opositora, Sáenz y Zaldumbide, fueron cercados en Pesillo. Al verse vencidos, se rindieron ante las fuerzas gubernamentales, pero fueron tomados prisioneros y ejecutados el 21 de abril de 1834. Fue un asesinato a sangre fría de prisioneros desarmados. El general Sáenz, que había presidido El Quiteño Libre era un destacado combatiente de la Independencia, amigo de Sucre y hermano de Manuelita Sáenz.
Los asesinatos de El Quiteño Libre fueron actos de extrema ferocidad que ensangrentaron la historia de la prensa nacional y dejaron manchada la reputación de Juan José Flores, que siempre cargó con la responsabilidad de esos crímenes políticos.