La depredación del correato en las finanzas públicas y en la economía, marcada por la corrupción, está evidenciándose – y debe ser sancionada-, falta lo indispensable que debe ser recuperar los perjuicios de miles de millones de dólares.
Pero, hay mucho más de evidenciar.
En educación fiscal, los ilícitos aun no terminan de destaparse: multiplicación de contratos con sobreprecios y otras formas de corrupción, acoso y abuso sexual en los planteles, con encubrimiento de las autoridades, entre otras circunstancias. A la investigación debe seguirle la sanción. En la recuperación de los perjuicios, por la afectación a las víctimas que son los niños y los jóvenes –y sus familias- también debe trabajarse, más allá de indemnizaciones pecuniarias.
Y está lo de la pésima calidad de la educación pública, evidenciada en las evaluaciones a quienes son cursantes y egresan de sus aulas, y en las pruebas para el ingreso a la educación superior. Nunca –en la historia nacional- ha habido tal decadencia de calidad. Un crimen desde el Estado.
Las Universidades Estatales, salvo excepciones, también fueron arrasadas por el correato. Las intervenciones, en algunos casos, tuvieron razón de ser, pero también se direccionaron para la formación de argollas en su control, durante la intervención y en lo posterior a ésta, permitiéndose otras formas de corrupción.
La petulancia de Correa de estar repleto de títulos – que no se evidenciaron en lo que debió ser su honestidad en el poder- y la exigencia de éstos, como que por su sola denominación valieran, aun cuando logrados mediante plagio o supuestas “tesis múltiples”, que se dieron en su entorno, llevó a la imposición de un falso rigor académico en la Universidad Ecuatoriana. Al efecto, inclusive se importaron extranjeros, no sólo para docentes, sino también para que sean autoridades de universidades estatales. Su valía tendrá que evidenciarse.
De esa petulancia, salió también aquello de las cuatro “universidades emblemáticas”, por encima de todas las otras, que él creó, Yachay, Ikiam, Unae y Uniartes, como joyas de su corona de poder, con regímenes jurídicos y económicos de privilegios, agrediendo así a la historia y la valía de las otras Universidades del Ecuador.
Que se establezcan universidades especializadas no era ni es cuestionable. Si lo era y lo es el desborde de petulancia.
El 21 de junio del 2018, se recuerdan los 100 años del Manifiesto símbolo de la Reforma Universitaria de Córdoba, en que entre otros conceptos, se expresaba que la Universidad de entonces se gobernaba “para proteger criminalmente la falsa-dignidad y la falsa-competencia”. ¿Será que en varias universidades se ha retornado a aquello, como consecuencia del correato?
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