Aunque parezca inverosímil, en la provincia de Girona nadie ha oído hablar del descomunal caudillo Rafael Correa. ¡Qué alivio! Por acá hay otros cucos, claro, pero irse de vacaciones significa desentenderse unos días de los políticos. Hay cosas más importantes e interesantes, como admirar las travesuras del hijo más extravagante y famoso de estas tierras, Salvador Dalí, cuyo museo en Figueres convoca multitudes en el verano, guiadas por los inmensos huevos que coronan la muralla en el centro del pueblo.
Porque el mismo talento que le permitió crear algunas obras clave del surrealismo le sirvió para montar el show permanente que fue su vida y que le ganó la acusación de frívolo y metalizado. Aunque en eso de venderse a sí mismo abrió un camino que muchos transitaron luego.Tampoco escapó de su halo el pequeño puerto de Cadaqués, cuyas casas pintadas de blanco y azul añil refulgen bajo el sol del Mediterráneo mientras los yates cabecean en la rada. Una suculenta zarzuela de mariscos, el vino frío y la crema catalana ponen las cosas en su sitio mientras la gente linda pasea por la orilla con camisas de lino y bikinis decisivos.
Pescador, ciclista, viajero consumado, Joaquín, nuestro anfitrión, conoce cada caleta de la Costa Brava y algunas de la Côte d’Azur y tiene una historia para cada una. Ahora que nos ha traído a los espectaculares acantilados de Cap de Creus –el punto más oriental de la Península Ibérica, donde los Pirineos se precipitan en el mar– nos habla del terrible temporal que casi dio cuenta de él y de Gloria, su mujer, muchos años atrás.
La mañana del domingo nos vamos a volver de Francia, que queda a tiro de piedra. Conduce Joaquín por la autopista rumbo a Colliure, el pueblito donde veraneaban Matisse, Picasso y compañía. Y donde, al final de la Guerra Civil, se exilió y falleció el gran poeta Antonio Machado. Cubierta de flores, de banderas de la República española y citas de sus poemas, la tumba es un sitio de peregrinación sobre todo ahora que las fuerzas del fascismo y el populismo amenazan a la Unión Europea.
Pero en estas costas que lo han visto todo desde la llegada de los fenicios y los romanos, la ‘joie de vivre’ no amaina en la feria dominical que tiene lugar a los pies de la antigua fortaleza que protegía al puerto. Es la fiesta de los olores a aceitunas y quesos maduros, a panes caseros y a esas anchoas que me devuelven a mis días de mochilero.
48 horas después, perdón, 40 años después, remato esta breve gira catalana no en el Barrio Gótico, que era peligroso y pintoresco, sino en la iglesia de la Sagrada Familia que sigue en veremos. La planificó Gaudí cuando la gente todavía creía que las cosas se decidían en el Cielo.
Hoy conservan su vitalidad las columnas arbóreas y las torres insólitas pero la idea que sostenía al conjunto se volvió obsoleta.