¿En qué cree?

¿En qué cree la gente? -preguntó esta semana la Revista Vanguardia-. Según Cedatos, las personas en un 93% dicen que en la familia. En contraste, un 41% cree en el Gobierno, 25% en la Asamblea Nacional y un 17% en la Justicia.

En el mismo sentido se expresan las cifras del último informe del Latinobarómetro. Según este el 70% de ecuatorianos piensan que ellos (como individuos) y su familia van en la dirección correcta. Sin embargo, solo un 36% consideran que el país está bien orientado.

A todas luces los datos revelan que el entorno más íntimo de la gente, los hijos, los padres, los esposos, tíos o los abuelos son lo más importante en sus vidas. Ellos nos inspiran e impulsan. Por el contrario, la credibilidad se diluye pensando en el Estado. Creemos medianamente o poco en nuestros representantes. Para Vanguardia esto significa “un salto a la tradición por parte de una sociedad que no sabe, o no encuentra, una sintonía entre su forma de ser y las instituciones que la representen”.

Y no podía ser de otra manera si los canales que conectan las aspiraciones de la sociedad con el Estado, los partidos y movimientos políticos están quebrados desde hace tiempo. Su credibilidad está en el piso. Solo el 6% de ecuatorianos cree en ellos.

Empero, la sociedad no está inmóvil. Reconstruye las vías políticas de conexión con el Estado a través de los movimientos sociales. El más dinámico está reorganizando sus filas, potencia sus estrategias y acciones, por lo que recupera credibilidad. En el 2008, según Cedatos, un 24% de ecuatorianos creía en el movimiento indígena, en el 2010 creció al 33%.

Mas la baja sintonía entre la sociedad y el Estado se debería también a problemas de gestión política del Gobierno y de la oposición. Santiago Pérez, según Vanguardia, arriesga una hipótesis: “Hay un poco de esquizofrenia en querer fundar instituciones bajo modelos de planificación ideal”. Y es que además de esto, el tránsito del “deber ser” al “ser”, el traducir la Constitución a leyes, está costando muelas. La nueva sociedad y el nuevo Estado siguen en el papel, el viejo modelo económico está intacto y el tiempo político se agota día a día. La desunión y la confrontación echarán por tierra cualquier proyecto.

Entonces, se requiere encontrar puntos de convergencia. Reconocer la importancia de la corresponsabilidad de familia, sociedad y Estado. Concienciar lo negativo de la preponderancia de alguno de estos factores sobre los otros. Destacar que si todos apostamos por la familia, dentro ella los hijos son la prioridad. Entender que si esto pasa en la cotidianidad del hogar, lo lógico es trasladar el tema a la política.

Conclusión: descorporativizarnos, colocar a los niños y jóvenes en el centro de todas las agendas, particularmente de los nuevos movimientos políticos.

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