José Martí advertía que hay hombres que “crecen bajo la yerba”. Tras partir, se multiplica su influencia. A Martí le ocurrió cuando lo matan en combate. Se convirtió en gigante.
Parece que ese será el caso de Oswaldo Payá. Al menos está ocurriendo en torno a su muerte violenta, en un oscuro accidente de tránsito a 800 kilómetros de La Habana, donde también perdió la vida Harold Cepero, miembro del Movimiento Cristiano de Liberación que fundara Payá. Con ellos viajaban dos dirigentes juveniles europeos de la misma familia ideológica, Ángel Carromero, español, y Jeans Aron Modig, sueco. Afortunadamente, sólo sufrieron heridas leves.
El Papa envió a la familia de Payá un sentido pésame. También gobernantes latinoamericanos. El presidente Obama se comprometió a continuar presionando a la dictadura cubana en defensa de los derechos humanos. El candidato republicano Mitt Romney y el senador Marco Rubio pidieron una investigación transparente. ¿Por qué la dictadura no permite que los supervivientes se reúnan a solas con Ofelia Acevedo, viuda de Payá? ¿Los acosaba un vehículo de Seguridad del Estado semejante al que en junio provocara el vuelco de la camioneta en la que viajaban Payá y su esposa? Múltiples razones hacen sospechar.
Quizás, los Castro, corazón adentro, celebren la muerte de Payá. Pero al margen de las condenas que llueven sobre el régimen, un importante fenómeno, según explicó el líder laico Dagoberto Valdés, se produjo ya: la Iglesia Católica cerró filas alrededor de la figura de Payá y hasta el cardenal Jaime Ortega, notable por su frigidez política, basado en palabras de Benedicto XVI pidió a la sociedad civil que defienda los ideales democráticos.
Muchos ex simpatizantes castristas aún adscritos al ámbito gubernamental, admiten el error: no haber aceptado en 1998 el “Proyecto Varela”, cuando Payá y otros dirigentes del Movimiento presentaron al Parlamento cubano 11 000 firmas para convocar un referéndum donde la sociedad decidiera si quería mantener o cambiar de gobierno.
Fidel Castro reaccionó colocándole “candados” a la Constitución para que jamás los cubanos pudieran corregir pacíficamente el rumbo que él había elegido.
Se lo dijo uno de estos criptorreformistas a un abogado extranjero entonces de visita en La Habana: “Si le hubiéramos hecho caso a Payá, en lugar de perseguirlo y encarcelar a sus partidarios, habríamos liquidado este disparate sin violencia, los cubanos se hubiesen reconciliado, tendríamos buenas relaciones con EE.UU. y con el mundo entero, el país trabajaría ilusionado por un futuro distinto y habría cesado el éxodo. Incluso, talvez hoy Eusebio Leal sería presidente”.