Cuando la reelección de Noboa en febrero de 2025 iba viento en popa, “la estantería se le vino abajo” en las últimas semanas: La Asamblea aprobó reformas legales que le restan enorme poder al presidente en la aprobación de leyes. La Corte Constitucional declara por cuarta ocasión la inconstitucionalidad del último decreto de emergencia. Fracasan todos los intentos para deshacerse de la incómoda vicepresidenta que deberá encargarse de la presidencia para la campaña electoral. La Asamblea le llama la atención sobre sus declaraciones al periodista del New Yorker que habrían sido hechas “para no publicarlas” lo cual es desconocer a la prensa. La cancillería se ve obligada a explicar a los colegas de los países a cuyos jefes de Estado, Noboa los califica peyorativamente y la propia ministra acude a la munida explicación de que las declaraciones fueron “sacadas de contexto”. Se producen apagones masivos en todo el país, que trastornan aún más la vida del ciudadano. Se han reducido las muertes violentas, pero la inseguridad es el tema de mayor preocupación. El Procurador se inhibe de absolver la consulta de la presidencia sobre si debe o no pedir licencia para la campaña electoral. Y la lista podría seguir.
El ejercicio del poder es distinto y más complejo que dirigir un grupo económico. La conducción del Estado exige reflexión, inteligencia, sagacidad, experiencia y un equipo mínimo de ministros y secretarios que tengan sentido de la política, conozcan el área específica, no permitan que les envuelvan los mandos medios, y protejan al presidente. Ministros que creen que su labor no es política, pero disfrutan de guardaespaldas, choferes y adulones, llevan al fracaso al gobierno.
Confrontar con la Asamblea conociendo su poder político y capacidad de maniobra no es racional. Hay penosas experiencias recientes. El pacto de gobernabilidad que permitió a Noboa la aprobación de leyes urgentes era evidente que terminaría el momento de competir en las elecciones de 2025. Abrir otros frentes como con la Corte Constitucional es ingenuo. Ser paciente como la serpiente y recordar que “la política es el arte de lo posible” sin caer en el “síndrome de Carondelet” conviene a la estabilidad del país y a Noboa, esperando que el presidente haya aprendido la lección.