Nos hemos concentrado, y con toda razón, en la cantidad de muertos que este virus va provocando en el mundo y ya sobrepasan los dos millones.
Otros, igualmente con toda razón, se enfocan en los efectos sobre la economía en cada uno de los países donde la pandemia cerró múltiples formas de producción y nos advierten de las consecuencias de esta paralización. En la mente de muchos está la esperanza que genera el desarrollo de una vacuna, incluso quienes ahora son víctimas del contagio, anunciaban su lanzamiento para el mes de noviembre, cosa muy poco probable, al menos de una vacuna que genere confianza de efectividad y seguridad.
Curiosamente, hay otro segmento que no cree en nada de lo referente a la pandemia, ni a la existencia del virus, o creen que es producto de un complot mundial para inocularnos con un chip que nos convertirá en autómatas al servicio de los intereses del señor Bill Gates. Este grupo es el mismo que piensa que la tierra es plana y hemos vivido engañados por los iluminati, a lo largo del tiempo.
Todas estas, son formas de lidiar con la incertidumbre. No había manera de estar preparados a cómo íbamos a responder ante un fenómeno como el actual.
¿Cuánto tiempo más irá a durar esto?, ¿Para cuándo tendremos la vacuna?, ¿Perderé mi trabajo?, ¿Seré capaz de encontrar un nuevo empleo?, ¿Cuándo se abrirán las escuelas y colegios?, ¿Será seguro ir de nuevo a la oficina?
Cuando a estas preguntas no existe una respuesta, el resultado es ansiedad.
Si a la incertidumbre le sumamos los sentimientos de soledad y aislamiento, que en buena parte de la población han provocado las medidas recomendadas para enfrentar la pandemia, el resultado es un incremento de casos de depresión, abuso de alcohol y otras substancias, violencia doméstica, así como un incremento en el número de suicidios.
El patólogo Rudolf Virchow describió con una frase, lo que significa una pandemia: “Una epidemia es un fenómeno social que conlleva algunos aspectos médicos”. Dentro de esos aspectos médicos, lastimosamente los que menos son atendidos o incluso considerados, son los de la salud mental.
Es difícil hablar de datos estadísticos sobre las consecuencias en salud mental que la pandemia ha provocado, o esta provocando. Solamente, imaginemos el impacto emocional que produce la muerte de un familiar o el trabajar con miles de pacientes que están al borde de la muerte, tener que rechazar pacientes porque la unidad en la que laboras está repleta, o el tener que recoger y almacenar cadáveres.
El costo social y mental en la población, en trabajadores de la salud y en policías es un verdadero problema de salud pública o lo será a corto plazo. Ojalá en el próximo COS se incluya a la salud mental como un elemento importante dentro del sistema de salud del país.