El virus de la pandemia vino de China y de China vienen ahora los cargamentos de mascarillas, respiradores, kits de detección y es probable que venga de China la vacuna contra el coronavirus. El mundo ha puesto los ojos en China. Un cargamento procedente de ese país, destinado a Francia, desapareció antes de llegar comprado por norteamericanos. Aparecerán en el mercado desde hojas de eucalipto hasta burbujas para aislarse del mundo. Y todo se venderá porque esa es la naturaleza de nuestra civilización. Y no faltarán negociados, en el IESS de Ecuador o en el gobierno de España que compró a un agente intermediario, cuyo nombre se mantiene en secreto, detectores del virus que no servían para nada.
Hay un mercado de productos milagrosos que se convertirán en productos escasos y luego costosos. Un gobierno africano ha pedido a la filial de una farmacéutica todo el stock de los productos componentes de la cloroquina. China y Francia han administrado, experimentalmente, este producto utilizado contra la malaria a los pacientes más graves de coronavirus. En Kuwait se ha confiscado todo el stock disponible en las farmacias y hasta el presidente de Estados Unidos ha calificado los medicamentos usados contra el paludismo como don del cielo. El sistema se defiende y trata de volver a lo que sabe: descubrir o crear necesidades y fabricar productos para satisfacer esas necesidades. ¿Cuánto costará la vacuna en este mercado hambriento y adinerado?
Los filósofos, los líderes espirituales y los profetas clamarán en el desierto cuando pidan una revisión de los valores y quieran mantener la ilusoria igualdad que ha producido la pandemia. Los visionarios tienen premoniciones pesimistas, el capitalismo se desplomará como castillo de naipes, dice el escritor Douglas Kennedy, porque después del confinamiento el daño económico será colosal y con la devastación fiscal vendrá la devastación personal. El desorden económico, advierte, provoca no solo sufrimientos, sino también muertos, por el hambre, los suicidios, la desesperación.
Después de la pandemia volveremos al mismo sistema porque no tenemos otro. Los gobiernos se enfrentan al dilema del diablo, dice Javier Sanpedro, deben elegir entre víctimas del virus o de la recesión. Sin embargo, la humanidad ha superado ya pandemias en el pasado, lo que nos permite albergar optimismo. Nos recuperaremos de todo esto, dice Noam Chomsky un crítico del sistema, nos hemos recuperado de plagas peores, el coste será terrible, pero nos recuperaremos en parte. Quizás incluso nos recuperemos del todo tras un buen tiempo.El reto que nos ha tocado vivir es el de no caer en el abatimiento y ayudar a los otros. En este tiempo de confinamiento hemos probado que es bueno estar acompañados y que el teléfono sirve para dar ánimo a las personas que están solas. El coronavirus nos somete a evaluación de nuestra capacidad de superar el egoísmo y construir la solidaridad y es un evaluador excepcional de la solidez de dirigentes y sistemas políticos.