Columnista invitado
Qué vergüenza y dolor. La patria está lastimada, avergonzada y ofendida. Hace diez años apoyó , con importante mayoría, una novedosa oferta de dignidad, justicia y honestidad que se proyectaba como la espada límpida que extinguiría impecable los vicios de una “larga noche neoliberal”. El pueblo, un colectivo sincero, de fácil convencimiento, por sofismas y verborrea, aplaudía y pedía, “que salgan todos”.
Década que podía ser fértil, como ninguna otra en la historia, se robusteció con ingentes ingresos económicos que obnubilaron la gestión gubernamental al considerarlos inagotables.
Crecieron desmedidamente burocracia y gasto público, se efectuaron obras extremadamente costosas y a pesar del feraz caudal de divisas que recibía el Estado, se dio inicio a un endeudamiento desmedido, incrementado en los dos últimos años, en los cuales el ciclo de bonanza concluyó en una etapa de crisis paliada artificialmente con préstamos.
El rumor de la existencia de actos de corrupción, no investigados y disimulados, ha sido incesante con los supuestos negociados millonarios en el área petrolera y altas coimas a funcionarios gubernamentales del Ecuador y de otros países por parte de la empresa Odebrecht. Las autoridades de esas repúblicas están actuando y han sancionado a la constructora y a los corruptos, a diferencia de la justicia de nuestro país que demora su gestión y poco esfuerzo realiza por descubrir quiénes serían los receptores de estos oprobiosos “estímulos”.
Mientras tanto y en otra de las maniobras de distracción, se ordenó, el fin de semana, la ejecución de una írrita sentencia, de un año de prisión, a un prestigioso cirujano joven, acusado de no haber atendido oportunamente a una señorita francesa que fue asaltada y mortalmente herida con proyectiles que lesionaron al corazón, a los pulmones y al hígado.
La sanción es totalmente injusta, pues el doctor Carlos López, que se encontraba en su hogar, en el cumpleaños de su hija, acudió a atender la emergencia, a los 5 minutos de haber recibido la llamada. Valoró, de inmediato, a la paciente; se percató que perdía sangre por lesiones internas y puncionó una vena, para administrar líquidos compensatorios y solicitó la realización de exámenes de imagen y laboratorio. Él diagnóstico era malo, pero deontológicamente, quiso luchar para tratar de salvar esa vida, que las balas criminales extinguían. El médico responsable efectuó una compleja intervención quirúrgica durante cuatro horas y, pese al inconmensurable esfuerzo realizado, venció la muerte.
Que contrasentido, a los corruptos no se los identifica o se les da facilidades para que huyan, mientras, en proceder ignominioso, al profesional responsable, capaz y honrado se lo “premia” con prisión. La moral del país exige la identificación y sanción de los corruptos y la liberación del ejemplar Galeno.