¿Fin del correismo?

Pese a que el Movimiento Alianza País nuevamente ha tenido una importante representación en la Asamblea Nacional y no ha podido alcanzar la presidencia de la República en primera vuelta, el correismo tiene evidentes signos de desgaste y agotamiento.

Signos de desgaste y agotamiento producto del ejercicio del poder en los diez años de gobierno pero, sobre todo, desgaste y agotamiento por los escándalos de corrupción y el fracaso de su modelo económico y político.

La vigencia de un proyecto político no solo puede medirse por el número de votos logrados en una elección. Sirva como ejemplo lo que sucede actualmente en Venezuela. Son más de 18 años que el chavismo está en el poder pero esto no ha significado un mejoramiento en la calidad de la representación política y un fortalecimiento de la democracia.

Comprender el funcionamiento de los regímenes políticos implica entonces ampliar el campo de análisis más allá del factor netamente electoral. Si vemos en perspectiva, la democracia generalmente se asume como una promesa.

Promesa de un régimen que responda a las necesidades de la sociedad pero también que cumpla con ciertos requisitos fundamentales como autonomía, realización de derechos, prevenir la acumulación de poderes, etc.

Lo que ha pasado en estos 10 años de Revolución Ciudadana es el fortalecimiento de un régimen político. Se ha dado proceso regresivo de erosión y desmantelamiento de la precaria institucionalidad democrática en favor de un régimen populista y autoritario. Esto ha hecho que el modelo económico no tenga bases sólidas y que el modelo haya favorecido el presunto incremento de la corrupción y, al mismo tiempo, de la impunidad. El correismo, pese al relativo éxito electoral, se corroe por dentro.

Lamentablemente los altos precios del petróleo nos llevaron a vivir en un mundo irreal. Una ilusión. Ahora que este factor ha perdido peso nos ha permitido ver con claridad las debilidades del correismo en Ecuador o del chavismo en Venezuela como proyectos válidos y sustentables. El populismo autoritario funciona bien con ingentes recursos. No lo contrario.

Por este motivo, frente a la actual convergencia de crisis económica y crisis política, se hace muy difícil que un posible nuevo gobierno de Alianza País pueda salir avante en los próximos años. El Ecuador tiene un importante déficit fiscal. Un aparato burocrático desproporcionado. Alto nivel de endeudamiento. Recesión económica. Enfrentar responsablemente esta situación implica hacer prácticamente todo contrario a lo que nos han tenido acostumbrados.

Pese a que el correismo está en franca descomposición, esto depende de lo que hagan o dejen de hacer las otras fuerzas. Es decir, convertirse en alternativa y que respondan a la promesa de dar soluciones a las necesidades de la sociedad pero también cumplir con esos principios fundamentales de las democracias modernas.

smantilla@elcomercio.org

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