El Jefe Rafael está dando por terminado su período de diez años y pico batiendo la marca nacional de inauguraciones -sin incluir la última-.
Mientras tanto Lenín Woltaire Moreno proclama que es tarea difícil completar un gabinete, lo cual le obliga a usar ministros morenistas y correístas, además de uno que otro ginebrino. Para unos se trata de un cambio de época y para otros de un mero descanso de cuatro años.
Lo evidente es que buena parte del público considera oportuno entrar en una nueva etapa sin que haya un remezón en el país, lo cual merece por lo menos un reconocimiento y una condecoración. Después de la movida jornada electoral el ambiente está más bien tranquilo, tal vez porque la oposición descansa merecidamente o porque ha perdido la esperanza de superar a fuerzas muy entrenadas y dispuestas a usar todos los recursos.
Mientras tanto, entre otras cosas, los opositores anhelan por lo menos un cambio de árbitro. El jefe Rafael rememora sus gratos ocho años petroleros, con sus carreteras, sus escuelas, colegios y universidades. Con las frases célebres, entre ellas “voy a meter las manos en la justicia” y también la fuerza pública y todo lo que más pueda. Vamos a combinar, dijo, las sabatinas con los viajes, sin olvidar la hora cultural, los cantos, los bailes y el paseo en bicicleta.
Y, por supuesto, bastantes doctorados honoris causa y las consiguientes conferencias magistrales ¿Qué más? Unas concurridas votaciones en pro de Alianza País y, finalmente, una revolución, a veces más y a veces menos revolucionaria, con muchos dólares petroleros al principio y con unas feas deudas después. Con evidentes aciertos y con una que otra falla, por ejemplo a la hora de cantar y en las votaciones alcaldicias de Quito, Guayaquil y Cuenca.
Todo lo cual merece un cambio histórico y no histérico. En eso estamos pese a que un entrometido quiso pasar de banquero de barrio a sucesor de Rafico, algo prohibido por las leyes correístas. Vamos llegando al otro personaje de este episodio histórico. Luego de un entrenamiento en Ginebra, apoyado por la futura canciller y el próximo secretario, Lenín fue proclamado candidato en el estadio del Aucas.
Comenzó con humor y canciones y luego se mandó un carajo para mostrar que no le faltaban la energía y el mando. La campaña fue larga y difícil. Finalmente fue proclamado triunfador en medio de las protestas adversarias. Ser Gran Jefe del Ecuador, es decir ganarse un puesto en la historia, no es fácil. Completar el primer gabinete es jodido, Igual que pagar las deudas ajenas. Menos mal que voluntad no falta y hay afán de sumar información reuniéndose con trabajadores y empresarios.
Más fácil, caramba, fue ser vicepresidente y cumplir una misión en Suiza y, más aún, celebrar en la patria el cumpleaños número 64. Por ahora todo es trabajo y aprendizaje y muy pronto, el próximo 24 de mayo, se hará realidad el interesante y un poco temido episodio que ha sido tan esperado. Lenín presidente.