Hace poco el Presidente Correa anunció que irá a Nueva York, pero que no hablará ante la Asamblea General de la ONU porque, en su concepto, eso es inútil. La organización mundial fue creada en 1945 por los “pueblos de las Naciones Unidas” que decidieron trabajar juntos para eliminar la violencia de la faz de la tierra, establecer un orden fundado en el respeto a los derechos humanos y a las libertades y cooperar en la solución de los problemas comunes de pobreza, desigualdad e injusticia.
La ONU no ha tenido éxito en todos sus empeños, pero ofrece a sus miembros un marco jurídico que, difícil pero progresivamente, se va construyendo para convivir en paz. Los estados soberanos que la integran, iguales en derechos, tienen intereses y visiones que no siempre coinciden, lo que les induce a oponerse y trabajar en direcciones distintas.
En la Asamblea General todos los estados actúan en igualdad de condiciones. Es más democrática que el Consejo de Seguridad, del que forman parte solo quince estados, cinco de ellos provistos del inaceptable derecho de veto. Se reúne anualmente y examina temas de importancia, políticos, económicos, sociales, culturales, administrativos y jurídicos. Ante las falencias del Consejo de Seguridad, la Asamblea ha asumido competencias y ha tomado trascendentales decisiones. Es un foro de discusión que permite a los estados presentar sus puntos de vista y, si sus razones son inteligentes y bien fundadas, alcanzar repercusión en el plano mundial. Presidir la Asamblea General de la ONU es un honor que se otorga a quien, por sus méritos, ha ganado respetabilidad y aprecio generales. Leopoldo Benítez fue uno de los pocos latinoamericanos elegidos para tal dignidad.
Normalmente concurren a la Asamblea los jefes de estado interesados en hacer planteamientos fundamentales. Es verdad que el amplio salón de la Asamblea luce vacío. Pero si el discurso es bien pensado y razonable, produce resultados. Basta recordar lo dicho por Borja sobre el arbitraje papal. Los discursos sirven con frecuencia para que el Secretario General proponga programas de acción.
En todos los parlamentos, la expresión verbal razonada es irreemplazable. El ser humano cuya grandeza -según Sófocles- radica en haber inventado el lenguaje y agruparse en grandes ciudades, no tiene mejor manera de discutir y acordar que hablando. La ONU trabaja para construir con el diálogo la “ciudad universal”.
Si el Presidente Correa tiene algo importante que decir en la ONU, hace mal en no asistir a la Asamblea General. A falta de buenas ideas, algunos han recurrido a actitudes arrogantes para impresionar: Kruschev usó un zapato contra el pupitre, Chávez percibió el infernal olor del azufre. Correa irá a Nueva York ¡para no asistir a la Asamblea General!