La Sexta Cumbre de las Américas, en Cartagena, como las anteriores, es un gran acontecimiento por los esfuerzos de incluir a la sociedad civil en debates y presentación de propuestas. Son miles los movilizados; permite un encuentro y continuar con la constitución de una comunidad latinoamericana. Es el camino en que, sin distingo ideológico, se encuentran las sociedades y gobiernos latinoamericanos. Es también impactante que 33 jefes de Estado definan agendas de acción compartida o de propuesta que marcan orientaciones de política interna. Así, como es propio al mundo actual, se comparten problemas, se construyen referentes de acción e interrelacionan más los Estados. Diferencias y puntos compartidos hacen parte del camino que inevitablemente forman nuestra vida de la Aldea Mundial. No hay milagros, ni en política interna ni en la escena internacional, para resolver nuestros álgidos problemas con decretos o acuerdos internacionales. Solo las visiones religiosas creen en milagros en lugar de pensar en procesos y en cómo un escenario tras otro son espacios para concordar, modificar visiones que ayer alimentaban, por ejemplo, esquivaban la pobreza o la desigualdad social, o de seguir consignas internacionales que no eran latinoamericanas.
Pero ahora, América Latina vive la construcción de su propio espacio y lo hace con arte diplomático que sorprende, al haber dejado de lado, salvo excepción, la polarización o la condena al que piensa diferente o a la potencia preponderante. Esa diplomacia ha dado frutos positivos. Desde Contadora en que algunos gobiernos latinoamericanos supieron dar una salida a las guerras centroamericanas buscando un jaque y mate a EE.UU. Desde entonces, cuánto camino ha hecho el Sur para encontrarse y definirse a su modo. Los procesos de integración ahora son su punto de llegada. El proceso se consolida y adquiere, al fin, pragmatismo.
La 6ta Cumbre, en otro espacio, consolida el proceso, con EE.UU. incluidos. Pues las opciones no define el norte, sino que aún los conservadores del Sur comparten la idea de marcar un peso latinoamericano. Desde luego, una cosa es construir Unasur o Celac, entre latinoamericanos, y otra es la OEA, el encuentro intercontinental. Inevitablemente, norte y sur del continente somos vecinos y no podemos no compartir los efectos de serlo. Pero en estos encuentros, lo sorprendente es que ahora, por el número y las ideas, el sur ya define más el norte.
Correa no estuvo, por su llamado a que Cuba esté a pesar de que el tema debía tratarse y que Ecuador no supo antes hacer las diligencias para que varios compartan su postura. También en diplomacia hay que saber ganar con procesos. No basta enunciar.