Corea del Norte y su bomba atómica

Los sismógrafos de Corea del sur detectaron un extraño movimiento telúrico de 5.3 grados. Enseguida se supo que era superficial. Era una detonación nuclear.

Corea del Norte lo confirmó. Era la segunda explosión del año. Diario El País publica que fue de 10 kilotones. Una detonación muy fuerte.
La reacción no se dejó esperar. Protesta de EE.UU., molestia en su aliado China Popular y un pronunciamiento de Japón que lo considera intolerable.

Pero la preocupación mayor es de Corea del Sur. La potencia económica, de buenas relaciones con Occidente, mantiene la frontera cerrada con su vecino del norte, son estados separados como efecto de la guerra de Corea y el fragor de la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética apoyó al Régimen de Pyongyang y EE.UU. al de Seúl, donde todavía sostiene bases militares.

Ambas Coreas tienen contactos por la dura realidad de las familias separadas. La falta de libertad en el sistema comunista del norte impide la salida de ciudadanos.

La amenaza nuclear de Corea del Norte es vista con resquemor. Mantiene un férreo sistema del Partido de los Trabajadores y han presidido el estado desde su fundación tres personajes de una dinastía contemporánea que gobierna con mano dura y sin libertades. El presidente Kim Jong-un es considerado divinidad, como su padre y abuelo y las filtraciones hablan de duros castigos a opositores y hasta la pena de muerte.

Nadie sabe de qué vive Corea del Norte, ¿será su desarrollo nuclear, o caso su potente exportación minera? Lo cierto es que ha sobrevivido al bloqueo, mantiene un ejército gigante y el control es total.

No hay libre expresión ni medios de comunicación independientes. El documental The propaganda Game de Álvaro Longoria ilustra sobre esta faceta. La propaganda justifica ante su pueblo el poder nuclear para evitar caídas como las de Moamar el Gadafi o Sadam Hussein, según publicó BBC.

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