La pandemia complicó la sui géneris coexistencia de los condominios. Estos recuperan lentamente su rutina y su dinamia, mientras mejoran sus relaciones humanas y sociales.
Una de las lecciones que nos deja la pandemia es la de comprobar que ahora todos somos dependientes uno del otro; sin excepciones de raza, religión, género, posición sociopolítica o económica, como reza un tatarabuelo postulado de igualdad y fraternidad.
La metáfora de Edward Clarence de que un aleteo de una mariposa en Beijing podría cambiar el mapa de los huracanes en México se volvió realidad; aunque el causante no fue un insecto sino un mamífero volador y el aleteo más bien fue una simple sopita de murciélago.
La convivencia ciudadana fue una de las actividades que más complicaciones tuvo, tanto en el fondo como en la forma. Un botón basta de muestra: el día a día en un conjunto habitacional o edificio de departamentos, ya de por sí complicado, se enredó hasta convertirse en otro laberinto de Creta, especialmente al inicio de la pandemia, cuando todos caminábamos perdidos como la gallinita ciega y veíamos en cada vecino a un “enemigo” con un obús atado a su garganta.
Como resultado, condominios y conjuntos, ya de por sí reductos del más puro individualismo, se volvieron monasterios, con cada vecino transmutado en un monje adusto y desconfiado.
La compleja situación -con desempleos, despidos, pérdidas de negocios y capitales- agravó los problemas de estos reductos residenciales como la falta de pago de alícuotas y expensas, las rencillas entre vecinos, el nulo mantenimiento de los espacios comunales.
No obstante, gracias al ADN de supervivencia que tiene el ser humano, a la mejor comprensión del virus y la eficiente política gubernamental de vacunación, los condominios recuperan paulatinamente su dinamia, con un aumento de la solidaridad y la empatía entre vecinos. Los niños vuelven a jugar sin barreras; los jóvenes comparten reuniones y farras; las sesiones por zoom y whatsapp conviven con las asambleas presenciales; los jardines y áreas verdes florecen…