Para los empresarios ecuatorianos, contratar personal es una actividad de alto riesgo. Por eso es que no crean más empleo. Así de sencillo.
La verdad es que ser empresario en este país ya es una actividad de riesgo. Dedicarse a producir en una economía tan impredecible, en la que de vez en cuando vienen tremendas recesiones que barren con las empresas vulnerables, donde el gobierno cambia periódicamente las reglas de juego y donde las sentencias de los jueces parecen decisiones aleatorias, producir en un país así es de valientes.
Y una de las labores que exige más decisión y valentía es la de contratar personal. Porque los potenciales riesgos que pueden derivarse de firmar un contrato laboral, son abundantes. Imagínese la siguiente historia: usted contrata a una persona y a los seis meses concluye que tiene que despedirla porque no le fue bien en el negocio en el que quiso entrar.
Despedir a esa persona le cuesta algo así como tres salarios y medio, luego de lo cual, lo único que usted no querrá hacer es contratar un empleado. Y si la persona en cuestión tenía alguna restricción adicional por despidos (como embarazo o discapacidad), le puede costar hasta 18 meses.
Estas limitaciones son más graves para las empresas pequeñas que no pueden mover a un empleado de un departamento a otro y donde la contratación de una persona puede duplicar la planta laboral. Las microempresas son las más golpeadas con la rigidez aquí descrita. Además, hay obligaciones laborales que pueden heredarse y puede haber prisión para quien no tiene plata para pagar su seguridad social.
Y por cosas así, los empresarios no crean empleo (o crean poco) y por eso el “empleo adecuado” nunca ha llegado a superar el 50% de la fuerza laboral.
Hoy, el 68% de la fuerza laboral no tiene un empleo adecuado. Y miles de empresarios se mueren de miedo de contratarlos. ¡Qué trágico!