Contentos con su democracia
Las encuestas, la calle y el ambiente indican que en los albores de 2014 los ecuatorianos están contentos con su democracia y Gobierno. Las autoridades han persuadido, con obra y harta palabra, que su Presidente conduce al pueblo hacia el porvenir. Compartir tal postura nos resulta difícil a muchos observadores. Ser minoría lo es cada vez más.
La última encuesta de Cedatos indica que 80% de los entrevistados cree que el país mejoró o siguió igual en 2013. Además, 63% opina que el país va por buen camino y que el presidente Correa es por lejos el personaje más importante del país. El último estudio de Latinobarómetro indica, en tanto, que entre 1996 y 2013 el apoyo a la democracia en Ecuador pasó de 52 a 62%, el segundo aumento más alto de la región, sólo detrás de Venezuela.
¿Cómo explicarlo? En Ecuador y Venezuela la percepción de la población sobre la democracia está ligada a la satisfacción de necesidades, no a si hay instituciones sólidas, transparencia, rechazo al autoritarismo, respeto al disidente, independencia de poderes o libertad de prensa. Algo parecido sucede con la popularidad. Prima la idea de que el ejercicio de un Mandatario bien calificado es sinónimo de democracia. Medir a la democracia y sus instituciones por la entrega de satisfactores o la popularidad del líder es un error.
"En la medida que aumenta el bienestar aumenta también el apoyo a la democracia en Ecuador, pero es la democracia como la entiende Rafael Correa, donde el rol de los partidos y el Parlamento están íntimamente al servicio de la presidencia. Es por ello que encontramos incongruencias entre la opinión de la gente y la opinión de los expertos", señala el estudio de Latinobarómetro.
Nosotros ganamos elecciones y manejamos la economía, ustedes no. Nosotros encarnamos la voluntad del pueblo, ustedes no. Retar a los críticos a ganar una elección para tener derecho a hablar es una tergiversación de lo que exige una democracia.
En el siglo XIX Alexis de Tocqueville, uno de los padres del pensamiento político contemporáneo, indicaba que el poder que usa un Gobierno para persuadir a la población de que sólo sus líderes garantizan el porvenir es una droga que reduce la capacidad de respuesta y elección de los ciudadanos. La vacuna contra esa dominación es más democracia: justicia y prensa independientes, ciudadanía y un diseño institucional contra la concentración del poder. El clima colectivo imperante, la opinión mayoritaria, no siempre indica que un país sigue el camino adecuado. En la historia hay muchos ejemplos de ello. Por eso son importantes las instituciones, las reglas, los límites, los contrapesos, la alternancia. Son elementos que dan sustentabilidad a esa forma de Gobierno.
La democracia ecuatoriana va en retroceso aunque la mayoría diga lo contrario.
Columnista invitado