Prendo la televisión temprano en la noche y exploro los canales nacionales. Zapeo, busco algo que llene mi necesidad de aprendizaje, me culturice, me traiga novedades me conecten con la realidad de nuestro país y obvio, divertirme. Me topo con lo peor, telenovelas de variado origen, nuevas y repetidas, que compiten con producciones nacionales que un poco de lo mismo tienen: poca cultura y nada interesante, pero que definitivamente pueden deformar la mente de los televidentes, sin importar su edad. No hay nada que ver aparte de lo mismo de siempre. Por desgracia, aunque quiero quedarme en lo nacional, termino en la interminable repetición de noticias en español o inglés de los noticieros internacionales. Así, por lo menos, estoy al tanto del mundo, o en su defecto, veo programas de naturaleza, cocina o cultura extranjera, al menos me permiten conocer algo del mundo y sus maravillas.
La televisión estatal muestra algo más de cultura e inclusive su producción intenta ligarnos con nuestra identidad y realidad. Si bien su información es algo sesgada, por lo menos tratan temas que nos pueden enseñar, enriquecer como ciudadanos y humanos. ¿Atrevida confesión? Quizá. Pero es indispensable un cambio radical en los contenidos de la televisión privada. El ‘rating’ y la publicidad no lo son todo.
Los medios audiovisuales tienen una gran responsabilidad, son centros de comunicación, productores de ideas, cultura y educación, a través de los cuales aprendemos e intentamos entender nuestra realidad.
¿Tan poco es el pueblo ecuatoriano que sólo acepta morbo? ¿Tan poco somos, sin importar el estrato social o económico, que nos contentamos con lo mismo pero con diferentes caras y horarios diversos? ¿Tan poco es el pueblo ecuatoriano que si no hay mucha piel, vulgaridad y sexo, los programas no son populares?
¡Me niego a aceptarlo! Dudo que el auspiciante se niegue a mejorar el nivel de la producción nacional y tener clientes más educados y con mayor poder de compra. Lo más decepcionante es que los medios no se atrevan a mejorar, a cambiar y retar a su propio público y a sus auspiciantes. Los medios han escogido la comodidad y transmitir lo que ellos creen que el pueblo quiere, porque nadie se atreve a decir que se sienten denigrados y que ven lo que ven porque no tienen alternativa; porque nadie propone nada mejor. En la variedad está el gusto; en la copia, la mejor muestra de falta de creatividad y, en la constante, a diferencia del cambio, la clara demostración de irresponsabilidad. Deben cerrar el círculo, proponer, mantenerse firmes y ser lo que son, productores de ideas serias y claras que cumplan con su obligación: comunicar.