Si se adelanta una evaluación del gobierno en el Ecuador, aunque polémica, debe admitirse algunos logros: a.- Diluyó al correísmo en casos muy significativos. No hubo solidaridad, pero al final se percibe un encubrimiento parcial en la peor de sus manifestaciones: la corrupción. b.-Económicamente el régimen realizó una gestión compleja y enredada, pero en el balance se reconocen resultados importantes. El ministro de Finanzas quebró las manos a las presiones liberales de las Cámaras de Producción y las versiones de economistas, cuyas recomendaciones exclusivas se expusieron más por ego que por ciencia. En el campo militar, el frente fue patriótico y profesional. El ministro – en la época en que los viejos son perseguidos- demostró inteligencia estratégica y un don de mando solventado en su hoja profesional. El frente externo tuvo un canciller que, por sus antecedentes de carrera, queda debiendo. Tuvo que administrar el cambio de carril del Gobierno: de chavista hasta incondicional de los EE.UU. ; pero no logró desmantelar la trama diplomática de su antecesora, ni los enredos que vienen desde la época de la “valija”. Súmese el proceso para expulsar a Assange con farra y todo. En general el balance gubernamental es aceptable por todo lo que superó el 18 de octubre y el coronavirus, con una economía de náufragos.
Lamentablemente fracasó en las proclamas éticas contra el correísmo y se volvió refugio burocrático, especializado en hospitales y sus insumos- bajo la sospecha de que algunos miembros o asesores de primer nivel no olvidaron las costumbres de la escuelita del profesor Jirafales del gobierno pasado. En ese momento saltó la contradicción entre las oraciones de anticorrupción y el hospital de Pedernales y la avioneta mal piloteada.
Dicen que Juan Montalvo expresó: “mi pluma lo mato”. Hay que parafrasear aquella expresión: “la pandemia los destrozó moralmente”. Descubrió que los pecados mortales eran en el área de hospitales y de insumos médicos, pero también para indagar la ropa de casa. Se afirmó que los atracos venían de antes. Se olvidaron que en ese “antes” están tres años y más del actual Gobierno.
La situación no es única del Ecuador. La historia registra que existió robo calificado y que, por las guerras, toleraban el saqueo, la violación de los derechos del pueblo y la usurpación territorial. En el Ecuador en las reconstrucciones como en el terremoto de Ambato y el que azotó a Esmeraldas y Manabí hubo barbaridades, pero no se conocía la magnitud de las redes. La situación es tan grave que corresponderá al congreso excluir a los presuntos legisladores comprometidos y analizar si procede pedir explicación al presidente de la República o someterlo a un juicio político. Él es representante del Estado en un gobierno presidencialista y no parlamentario, no puede refugiarse en el principio europeo: “el rey reina, pero no gobierna”.