La crisis del euro arrasa con la dirigencia Europea. Ahora es Berlusconi. La semana pasada fue Papandreou, quien quiso posponer la toma de decisiones para enfrentar la tragedia griega hasta después de un referéndum. Antes fue el primer ministro portugués.
Zapatero ya es papel quemado. Tocará a Rajoy enfrentar 2012, que será peor que 2011. Hollande hace maletas para el Elysée mientras que Sarkozy y Bruni agendan sus vacaciones para junio. Angela Merckel respira aliviada que no enfrentará las urnas hasta 2013.
Se revisan a la baja los estimados para la economía europea: algunos países incurrirán en contracción. Hay dudas sobre la sobrevivencia de la zona euro; al menos unos cuantos países, entre ellos Grecia, serían echados fuera de borda.
La crisis ya nos afecta por el lado de las exportaciones privadas. Este año ha sido excelente para la producción bananera, pero Europa compra menos, y el precio colapsó. Los floricultores también están afectados.
El próximo año amenaza ser peor, si el Ecuador se mantiene en su tesis de no firmar un acuerdo comercial con Europa, mientras que sus competidores consolidan el acceso a este mercado de 500 millones de consumidores.
Pero hasta ahora la crisis no afecta al precio del petróleo y por lo tanto las finanzas públicas, nuestro talón de Aquiles. Para la mayor parte de los ecuatorianos, las tribulaciones de la eurozona las vemos lejanas.
Esto puede cambiar. Las crisis tienen el feo hábito de migrar.
Lo que sostiene al precio del petróleo y otras materias primas es la demanda asiática. Enrique Iglesias, antes del BID, advirtió el jueves desde Madrid que América Latina podría verse afectada si Asia sufre algún traspié.
Ya China acusa el efecto de la caída de sus exportaciones a Europa. Si China no maneja bien su transición a un crecimiento hacia adentro, su burbuja inmobiliaria podría reventarse. Las industrias de exportación están concentradas en ciudades costeras que no necesariamente podrán colocar toda su producción en el mercado interno.
El deterioro europeo ha inducido a los capitales a refugiarse en los papeles más seguros, bonos de los gobiernos de EE.UU., Japón y Alemania, y abandonan a las economías emergentes.
En los últimos meses el real ha caído 12%. Es una buena nueva en São Paulo, ya que Brasil gana competitividad. A nosotros nos afecta, puesto que no podemos devaluar al dólar, y el gobierno pasó el beneficio del dólar débil a los trabajadores, vía pronunciadas alzas salariales. Si esta tendencia continúa, hay el peligro que seamos una pequeña Grecia, sin un banco central que acuda a nuestro rescate. Las autoridades, sin embargo, pueden resaltar que ya son cinco años en que han sorteado airosas todos los peligros reales o imaginarios de los que hemos advertido los analistas.