Dice un adagio popular que “lo último que se pierde es la esperanza”. Es posible que esto se aplique a un secreto anhelo ciudadano, respecto de la concreción de “nuevos rumbos” anunciados por el gobierno. Se entiende que un respaldo en la Consulta le otorgará fuerza para despejar la incertidumbre en política internacional, económica y social.
La gestión de la salud en Ecuador es un campo que demanda nuevos rumbos. Múltiples evidencias prueban los graves retrocesos en materia de salud pública (vacunación y desnutrición infantil son sólo dos ejemplos) registrados en la década pasada, a pesar de ingentes recursos sin sustentación técnica. El problema es que este gobierno – que va ya camino de su primer año – sigue funcionando inercialmente y sin horizontes.
Para comenzar es necesario explicitar políticas que definan con nitidez la visión de futuro de salud del país, con prioridad de promoción y prevención, pero también de garantía de acceso universal a servicios de salud de calidad, articulando acciones históricamente dispersas, en especial entre el Ministerio de Salud y el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Un Plan Nacional de Salud, y su presupuesto, es una exigencia elemental para plasmar las políticas en metas y objetivos factibles y no solamente como parte de megaplanes de Buen Vivir que, en salud, amontonaron más de 60 objetivos y subobjetivos sin ordenamiento ni jerarquización alguna.
Tres elementos cardinales para organizar la atención de salud son: población, territorio y recursos, armónicamente integrados para facilitar el acceso de la población a servicios y programas. El nuevo rumbo de salud debe corregir el disparate de organización territorial que aventuró al país a caminar en zonas, distritos, circuitos y subcircuitos sin pies ni cabeza. ¿A quien se le ocurre organizar la gestión de salud agrupando provincias como Napo, Orellana y cantones rurales de Pichincha en una zona con sede en Tena?
Para que la gestión sea exitosa se requieren liderazgos sólidos al frente de equipos cohesionados en torno a objetivos comunes. Formación, experiencia y compromiso son indispensables. El Ministerio de Salud fue históricamente semillero de generaciones que aprendieron de la sabiduría de salubristas a quienes fueron tomando la posta. El decreto correísta 813 desapareció de un plumazo a experimentados profesionales, privando de sus enseñanzas a noveles funcionarios abocados a gestionar la salud sin tal soporte. En este ramo la formación alcanza plenitud con la aleccionadora práctica que enriquece la teoría…y viceversa.
El gobierno tiene la oportunidad de colocar proa a la salud más allá del “médico del barrio”, con cambios profundos y trascendentes. El apoyo a la Consulta lleva implícito el esperanzador anhelo de nuevos rumbos.
Columnista invitado