Del mismo modo que un Gobierno no debe ser simple expresión de sectores de la sociedad, minoría o mayoría, pues debe encarnar algo más, como puede ser una idea de interés colectivo, igualmente la sociedad no debe ser simple expresión de un Gobierno.
Cuando Pachakutik fue parte de un Gobierno, la Conaie aprendió que aunque esa organización política podía representarla, no debía confundirse sino cada cual cumplir sus roles sin fundirse. La Conaie trata de representar sectores de la sociedad a partir de su condición étnica y social, sus acciones no son necesariamente propias a la competencia política, actúa desde la sociedad; mientras que Pachakutik debe pensar en el conjunto a partir de su rol político. Pero las dos dinámicas, la social y la política, pueden complementarse y enriquecerse mutuamente si funcionan con independencia. Y, un proyecto de Gobierno se consolida si la sociedad lo comparte, porque aporta con ideas para definirlo, porque lo hace suyo en la acción, a su modo, no necesariamente como quiere el poder. Para ello, la sociedad debe ser tal, ante la diversidad de condiciones organizarse y construir propuestas y acciones, asumir sus ideas y problemas. Concebir la sociedad como simple ejecutora del poder es destruirla, también el poder se empobrece, no tiene insumos para innovar y se vuelve paranoico.
A menor sociedad, se intensifica la concentración del poder y viceversa. Termina por controlarla y destruir su dinámica. Cuando ese poder concentrado pierde aceptación, y aún más cuando quiere eternizarse, hay el gran vacío. Habrán quedado solo organizaciones de primarias pertenencias como las iglesias, refugio a la necesidad de otras ideas que las propuestas por el poder. En Europa del Este de la era comunista el deporte fue el tubo de escape de la realidad y la religión se volvió causa de militancia político-social o ética ante la corrupción y cinismo. Se construían así sociedades sin otra alternativa que el conservadorismo. Lo mismo acontece ahora con las primaveras árabes que luego de prolongadas dictaduras no tienen otra salida que el Islam al poder.
Ahora la izquierda que piensa en sociedad es la perdedora, ya fue débil en América Latina, presa del poder oligárquico, de pensar que ante la desigualdad extrema y abusos del poder de élites económicas, no hay otra salida que privarles de poder y reemplazarles. Esta es la izquierda que ahora jura por la concentración del poder, al punto que la sociedad civil, no sólo el sector empresarial, debe ser controlada a que no le contradiga. Gramsci, ante una Italia de mundos diversos, comprendió que no era cuestión de ganar poder para transformar ni de imponer programas desde el poder político sino ganar sociedad. El desafío: construir sociedad, lo contrario de concebir un poder sin obstáculos ni contradicciones.