Son 50 años de Mater et Magistra, la encíclica de Juan XXII, en que adecuó a la época la doctrina social de la Iglesia, la misma que expresó con claridad León XIII a fines del siglo XIX, cuando la Revolución Industrial trajo una nueva manera de producir y de relacionarse del capital y el trabajo.
La doctrina de León XIII fue que, si bien se respeta la propiedad privada, los beneficios de la nueva organización económica debían repartirse equitativamente entre capital y trabajo, no solo beneficiar al capital.
Hacia 1961, cuando Juan XXII promulga su encíclica, el mundo industrializado pasaba por su mejor momento. A década y media de haber acabado la Segunda Guerra Mundial, Europa se había reconstruido, Alemania era más próspera que antes y se gestaba la Unión Europea.
A principios de los sesenta había optimismo que los países que aspiraban a desarrollarse lo lograrían siguiendo estrategias que diseñaban los macroeconomistas. Fue la era de los modelos de desarrollo.
Juan XXII escribió que los avances de las técnicas de producción ofrecían mayores posibilidades concretas para reducir los desniveles económicos y sociales dentro de países, y entre ellos. Urgió a los gobernantes a que actúen decididamente en el campo económico para que se logre este objetivo de reducir desniveles, sin coartar la iniciativa de los particulares.
Esta era de prosperidad y optimismo se frena a mediados de los setenta, cuando los países desarrollados se estancan, a la vez que se dispara la inflación.
Entre 1978 y 1981 asume el poder Deng Xiaoping, quien conduce a China por un sendero de desarrollo que recuerda a Inglaterra de 1850. En Gran Bretaña y EE.UU. llegan al gobierno Margaret Thatcher y Ronald Reagan respectivamente, y su énfasis en mejorar la productividad de la economía, lo que llevó a la reducción de lo que consideraban eran beneficios laborales exagerados.
El optimismo en América Latina, de una vía relativamente fácil de desarrollo, se desinfla. El camino es más duro, requiere gran esfuerzo y quien liderará el desarrollo es la empresa privada y no el Estado, principios recogidos en el Consenso de Washington.
Esa vía trajo 25 años de prosperidad al mundo. Pero desembocó en la Gran Recesión que aún vivimos. Una morada retrospectiva arroja que se ampliaron las desigualdades y se premió a la especulación financiera. Latinoamérica no se incorporó al mundo desarrollado.
Vamos hacia un nuevo reajuste global, ante la cual Benedicto XVI nos ofrece la doctrina social de la Iglesia para el siglo XXI, con Cáritas in Veritate.
La semana pasada Cáritas conmemoró los 50 años de Mater et Magistra con Jornadas Nacionales en la PUCE. Tuve la satisfacción de contribuir con una breve exposición sobre el contexto económico de la época.