Siempre hay justificación para los errores, culpando a otros. En el caso del terremoto, uno de los supuestos “culpables” es la construcción con materiales deficientes, a veces sin estudio previo.
Vivimos inundados de leyes, reglamentos, ordenanzas y normas que emergen de muchas partes, regulando todo lo que es posible y prohibiendo actos y prácticas que, teóricamente, pueden justificarse pero no se cumplen porque no concuerdan con la realidad económica y humana en la que vivimos.
Como se dijo al inicio, la explicación es sencilla: ¡los constructores usaron materiales deficientes! Luego de razonamientos, cruces de opiniones y hasta protestas, todo vuelve a lo mismo.
¿Por qué se produjo tanta destrucción en el terremoto de 1949, en Ambato?
Si se levantan paredes sin cimientos suficientes que las soporten, se puede esperar racionalmente que, con un sismo de 6 grados y hasta 7, se dañen y hasta derrumben. ¡Pero lo harán y construirán de esa manera personas que consideran al profesional ingeniero y arquitecto que lo único que hace es “un planito” y eso cuesta!
Entonces, aquel que quiere ahorrar al máximo simplemente cuenta con un ‘maestro’ de albañilería a quien le observó trabajar la construcción de una casa. ¿El resultado? La respuesta fluye.
Muchos construyen su casa (y no hablamos de edificios y construcciones técnicamente levantadas, con todos los requisitos de las leyes, los reglamentos y las normas) y la prosiguen, pero se hallan ante la dura realidad del burócrata que convierte la aprobación de planos y más requisitos en un verdadero calvario.
Si para su propósito adquieren algún préstamo, es imposible esperar seis, siete o más meses para seguir la construcción en la esperanza de que el permiso saldrá pronto; además, acuciados porque el costo de los materiales sube constantemente. En el curso de la construcción vienen las inspecciones y, por carecer del tal “permiso”, son sancionados con multas demasiado elevadas y hasta amenaza de derrocar la casa, echando por el suelo una inversión de alrededor de 100 000 dólares y la suerte de una familia que espera tenerla.
En niveles inferiores, al no obtener ningún permiso, construyen bajo la esperanza de que no serán descubiertos.
Y si el dueño de esa construcción barata es persona pobre, determina conmiseración y no se ejecuta la demolición de lo ya edificado.
La tramitología, el sueño casi eterno de algunos que conceden los “permisos”, a la larga no afectan a los verdaderos responsables, sino a los dirigentes de la entidad municipal, quienes tienen escaso conocimiento de lo que acontece bajo sus pies. Dejarían legado inolvidable los alcaldes que acaben con tanta demora.
¿Quién podrá defendernos? Nadie. Ni el Chapulín Colorado. Seguramente volveremos hablar de lo mismo, luego del próximo sismo, pues nada cambia.