Juan Pablo Lira B.
El consenso de Brasilia
Se acaban de reunir en Brasilia, los presidentes de los países de América del Sur, después de casi una década sin hacerlo.
Con 200 años de vida independiente, con la excepción de Guyana y Surinam, hemos fracasado sistemáticamente en los intentos integracionistas, interponiéndose nacionalismos, disputas fronterizas, e ideologismos trasnochados.
La reunión de Brasilia estuvo precedida de una visita del presidente venezolano, en la que el presidente Lula señaló que el aislamiento e inestabilidad de Maduro era una “narrativa” construida para dañar su gobierno.
Ello ocasionó que los presidentes de Uruguay y Chile, de ideologías distantes salieran al paso para puntualizar que estaba lejos de ser una mera narrativa, dado que existe una masiva migración de venezolanos, y sistemáticas violaciones a los derechos humanos, denunciadas por Naciones Unidas, lo cual no fue obstáculo para que se generara un consenso sobre lo positivo del regreso de Venezuela a la mesa regional.
En concreto, los presidentes acordaron una declaración de nueve puntos, en los que reafirman la visión común de que América del Sur es una región de paz y cooperación, comprometida con la democracia y los derechos humanos, la justicia social, el Estado de derecho y la estabilidad institucional.
Concordaron en que la integración regional debe ser parte de la lucha contra la pobreza, el hambre y todas las formas de desigualdad y discriminación; la promoción de la igualdad de género; la gestión ordenada, segura y regular de migraciones; el enfrentamiento al cambio climático; y el combate al crimen organizado transnacional.
Reconocieron la importancia de mantener el diálogo, para impulsar el proceso de integración, estableciendo un grupo de contacto, encabezado por los Cancilleres, para evaluar los anteriores mecanismos de integración, debiendo elaborar una hoja de ruta, a ser presentada a los jefes de Estado, en un plazo de tres meses.