Visto está que la invención perversa del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social fue nefasta para la vida democrática.
Una década de modelo de concentración de poder y de disfraz de supuesta participación ciudadana fue suficiente experimento como para sepultar el esperpento del parto del monte (Montecristi ) para siempre.
La buena voluntad o ingenuidad de haber incluido en la Consulta de 2018 la opción de llevar a las urnas la elección de los consejeros fue riesgosa y advertida muchas veces.
El resultado, con una montaña de votos nulos, mostró que la mayoría de la gente no comprendió ni interpretó como positiva la fórmula hallada para llevar esa elección.
Una campaña confusa, descafeinada o con mensajes totalmente desenfocados de la acción del Cpccs y hasta con truculentos intentos de manipulación por fuerzas políticas inescrupulosas arrojó los resultados conocidos. Quienes recibieron más votos fueron dos consejeras pero la mayoría del cuerpo colegiado decidió colocar en la ‘alta jerarquía’ del Cpccs a un sacerdote de dudoso sentido de la humildad y ahora en la obligación de justificar su hoja de vida sobre la que se ha sembrado sospechas.
Mientras el Consejo Transitorio estaba en plena tarea de recomposición institucional, Julio César Trujillo – cuyo legado no se cansará el país decente de relevar – pensó en una Consulta Popular.
El periodista Francisco Rocha, amigo personal y discípulo del doctor Trujillo comentó que el hombre público fallecido lo comprometió en la tarea de emprender la recolección de firmas para llevar la supervivencia del Cpccs a una consulta popular.
Hoy una Comisión Ciudadana que piensa mantener en alto el legado de Trujillo se ha empeñado en esa propuesta cívica.
Se trata de juntar a la academia, los sectores sociales organizados y las cámaras de la producción para articular una atmósfera adecuada, discutir el tema y preguntarle al pueblo la opción de eliminar de la Constitución a este organismo.
Mientras los constitucionalistas debaten el camino a seguir ya hay consultas ante la Corte Constitucional como paso previo a la petición de formularios al Consejo Electoral para la recolección de firmas con este propósito. Hay quienes sostienen que el procedimiento debiera ser por enmienda constitucional y otros, por reforma, con las particularidades de cada caso y el tiempo que demandará uno y otro proceso.
Claro está que será un debate cívico político con sus aristas y que tomará al menos todo lo que resta de este año y buena parte del próximo, pero es una tarea que vale la pena emprender para enmendar el entuerto de la elección popular de los consejeros pero sobre todo para evitar que vuelva la opción anterior. Una elección a dedo, con procesos sin transparencia y resultados desastrosos. El poder vertical se impuso desde el dedo imperativo de Carondelet.
Para quienes gustan consultar todo, aun cuando se trate de opciones y libertades de elegir, esta debiera ser una vía válida.