Ahora que regresó el canciller a Cancillería, quisiera extenderle un consejo amable. Aunque creo que es mejor para la causa de la democracia en el Ecuador que la gestión diplomática siga como hasta ahora, pues así todo el mundo se pueda dar cuenta por sí mismo de lo que pasa, me duele más el país. Así que voy al grano.
Primero, por el propio bien de la imagen gubernamental y del país, haga que sus embajadores dejen de enviar tantas cartas de reclamo, rectificación, derecho a la réplica -o como quieran llamarlas- a los diarios más prestigiosos del país en el que sirven.
No solo que es la mejor manera de confirmar que en Ecuador existe acoso a la prensa, sino que es la manera más absurda de promocionar el Ecuador. Esa obsesión con “la verdad” puede que esté de moda entre ustedes, pero en países democráticos de tradición occidental, es casi teatro del absurdo. Ir más allá y pretender “rectificar” editoriales o artículos es anatema para cualquier político o diplomático con sentido común, porque son solo eso, opiniones.
Los embajadores políticos son –por supuesto- los que más mérito hacen, pero como van las cosas, no sería raro que existan embajadores de carrera que lo hayan hecho también. Sin duda los más conspicuos son los embajadores en España y Colombia.
Solo por datos de la misma Cancillería, entre enero de 2011 hasta noviembre del 2013, el embajador Raúl Vallejo había enviado 14 misivas a los medios colombianos con furibundos pedidos de rectificación. En menos de dos años se había peleado con los más importantes (Semana, El Espectador, El Tiempo) y había acusado a uno de ellos hasta de ser un “Tartufo al hablar de libertades”. No se explica una embestida así al pensamiento, viniendo de alguien que dice ser académico y que aspira a dirigir una universidad ecuatoriana, peor de un representante del Estado ecuatoriano y no solo de su Gobierno.
Miguel Calahorrano sigue la misma línea y se pueden contar sus agresivas cartas a El País de España y sus editorialistas o periodistas casi todos los meses. Sé que la política de la Secom es contestar todo, pero esta política llevada al exterior es un atentado contra la reputación democrática del país.
Segundo, por favor, es hora de dejar sus particulares conmemoraciones del 30-S como tema de política interna. Seguir haciendo conversatorios a nivel de embajada como este “30-S a cinco años de la intentona golpista” hace imposible vender la idea de que el Ecuador es un país seguro para visitar, estable para invertir y políticamente viable.
Supongo que el embajador Jurado en Alemania quería congratularse con sus jefes, pero solo está haciendo más difícil para el Ecuador el convencer al mundo de es viable. Y todo esto cuando estamos en crisis y necesitamos más que nunca que otros países inviertan en el Ecuador. En síntesis, este es un llamado a pensar en el país y no solo en su Gobierno.