Los que por razones ideológicas, políticas o psicológicas no comprenden y se desesperan por que se hayan cumplido cinco años y que en la agenda están nuevos períodos, confunden las causales históricas de la inestabilidad inveterada de los regímenes de izquierda o populistas en América Latina. Consideran que la concentración de poder, el sometimiento inaudito de los poderes y funciones del Estado y la liberalidad legislativa en otros casos hubiesen sido razón suficiente para que el ciclo hubiera concluido. Por eso, los afectos con el líder iraní, la broma de cantina a las asambleístas, la psicopatía con la prensa libre o las reformas electorales a la carta hubieran precipitado al abismo a muchos mandatarios y gobiernos del pasado. La explicación de lo acontecido reside en que las situaciones políticas y económicas del pasado eran muy diferentes.
Es verdad y es muy difícil hallar argumentos para justificar que la inestabilidad y la carencia institucional continúan al mismo o mayor ritmo que en el pasado; que los abusos del poder y el descaro pueden ser inéditos porque se olvidan que la economía en términos generales parece estar o sentirse bien. Algo de lo mucho de la economía fiscal tiene que llegar a todos por el alto precio del petróleo sea por subsidios, contratos e inversiones públicas en general, aunque se incurra peligrosamente en el riesgo de una “burbuja”. La sensación colectiva es que nada cambiará y que por ende, por primera vez, se demostrará que el adagio de pan para hoy y hambre para mañana resulta en Ecuador como en Bolivia o Argentina un perverso sofisma.
Lamentablemente en estas condiciones no importa si existe o no democracia en un sentido real y no figurado o simulado, y que las instituciones carezcan de legitimidad cuando los restaurantes, cines y centros comerciales están repletos y compensan cualquier sospecha de irregularidades, pues aparentemente hay para todos.
Debe recordarse para completar este ensayo interpretativo del desfase entre lo político y lo económico en el Ecuador que las grandes dictaduras o los autoritarismos en América Latina se vinieron abajo cuando habían cometido horrores por la vía de la represión o porque la economía había colapsado. Ninguna de estas circunstancias se dan en el Ecuador y esta debe ser una de las causas por las que no hay aspirantes serios y los proyectos que existen son utópicos o tontos. Además, cinco años transcurridos y los que vienen para ser sustituidos deben partir de una ruptura o fisura histórica, además de coincidir con un líder, un equipo y un proyecto convocante. Es hora de que el pueblo analice que a costa de la inestabilidad institucional y concentración absoluta del poder, sumados rumores de irregularidades, goza de una coyuntura como pocas veces en su historia. La anestesia no cura la enfermedad pero calma el dolor.