Imaginemos que es el año 2020. El director de la CIA pide una reunión urgente con el Presidente de Estados Unidos. La razón: Corea del Norte ha logrado fabricar una bomba nuclear lo suficientemente pequeña como para caber en la punta de un misil balístico intercontinental capaz de alcanzar el territorio continental de EE.UU. La noticia rápidamente se filtra a la población. Se hacen reuniones de alto nivel para diseñar una respuesta no solo en Washington, sino también en Seúl, Tokio, Pekín y Moscú.
Este escenario hoy puede parecer irreal, pero es más ciencia política que ciencia ficción. Corea del Norte acaba de llevar a cabo su quinto ensayo (aparentemente exitoso) de un dispositivo explosivo nuclear. Y lo hizo pocos días después de probar varios misiles balísticos. A falta de una intervención importante, es solo una cuestión de tiempo antes de que Corea del Norte incremente su arsenal nuclear (que hoy se estima en 8-12 dispositivos) y encuentre manera de miniaturizar sus armas para que sean transportadas por misiles de rango y precisión cada vez mayores.
Es difícil exagerar los riesgos si Corea del Norte, la sociedad más militarizada y cerrada del mundo, atraviesa este umbral. Si Corea del Norte tuviera la capacidad de amenazar a Estados Unidos, podría concluir que no debe temerle mucho al ejército estadounidense, y esta evaluación podría llevarla a lanzar un ataque no nuclear convencional contra Corea del Sur.
Inclusive si una guerra de esas características terminara con la derrota de Corea del Norte, sería extremadamente costosa por donde se la mire.
Corea del Norte no tendría que iniciar una guerra para que sus avances nucleares y en misiles tuvieran un impacto real. Si Corea del Sur o Japón alguna vez llegaran a la conclusión de que Corea del Norte está en condiciones de disuadir una participación estadounidense en una guerra en la Península, perderían confianza en las promesas de seguridad de EE.UU., lo que plantearía la posibilidad de que ellos mismos desarrollasen armas nucleares. Estas decisiones alarmarían a China y prepararían el camino para una crisis regional o inclusive un conflicto en una parte del mundo con la mayor concentración de gente, riqueza y poderío militar.
Existe otro riesgo. Privada de efectivo, Corea del Norte podría verse tentada de vender armas nucleares al mejor postor, un grupo terrorista o algún país que decidiera que necesita el arma más flamante. Por definición, la proliferación nuclear aumenta las posibilidades de una mayor proliferación nuclear -y, con ella, el uso real de armas nucleares.
Estados Unidos tiene opciones, pero ninguna es particularmente atractiva. En cuanto a las negociaciones, prácticamente no existen razones para confiar en que Corea del Norte abandone lo que considera su mejor garantía de supervivencia.