Esta es la transcripción de algunos fragmentos de una conversación entre burócratas de alto rango que se sienten invulnerables y ventilan –a los gritos, en un sitio público y con unos vodkas de por medio– sus anécdotas más insulsas y las más decidoras también.
Todo tiene lugar el lunes 5 de diciembre, en un bar de Quito. Los personajes son: el más ‘cariacontecido’ del 30-S, una desangelada ministra y un aterradoramente brillante e inamovible secretario.
El inamovible comienza diciendo: “Yo me subo en primera, pido una botella de vino y me duermo todo el viaje”, en referencia a su fórmula cuando viaja a Europa. Para aportar a la nota frívola, la desangelada comparte las gracias de su último viaje a Estados Unidos: “compramos como locos en el Macy’s, hasta las doce de la noche”.
A la señora le gusta hablar de plata, por eso hace un insufrible recuento de sus compras durante sus varios viajes oficiales, como el que hizo a Singapur. “Fuimos a un centro comercial peluconsísimo. Pero nosotros estábamos con los viáticos y no nos alcanzaba”. Igual dice que se compró algún tipo de accesorio en 700 dólares.
Pero lo interesante comienza cuando el ‘cariacontecido’ trae a colación sus hazañas electorales universitarias. Entonces sale a colación Diego Borja. Y del recuerdo de algún lío electoral estudiantil en el que Borja tenía algo que ver pasan a una sentencia del inamovible, refiriéndose a recientes declaraciones de Borja: “Esa era una traición anunciada”. La desangelada remata burlona: “¡Presidente del Banco Central!”; y luego añade una acusación impublicable. Yo escucho quieta, aterrada.
Se enganchan nuevamente a la nostalgia –más vodka– y vuelven a la primera época de campaña. El inamovible confiesa: “Yo estaba con depresión, porque un momento Noboa nos ganaba”. Y ella se regodea recordando: “La bruja que puso Freddy (Elhers) fue todo. ¿Te acuerdas que dijo que el nuevo presidente iba a ser un hombre con ojos color de mar, con tres hijos y que iba a gobernar 10 años? Cuando vi eso, yo dije ¡ya ganamos! Freddy bello, con eso convenció al país…”.
La guinda llega bien pasadas las diez de la noche. Como en un diálogo inventado por Corín Tellado, el inamovible dice: “Yo siempre he sido el poder detrás del poder”. La desangelada en cambio se jacta de ser operativa: “yo no quiero figurar, yo hago cosas”. El inamovible vuelve a la carga: “Yo puedo pensar y Rafael, en cambio, siempre fue el líder, el que cambiaba todo”. Al final el ‘cariacontecido’ se anima: “Yo soy buen comunicador”. Se callan un rato –quizá por pudor–. Pero ella rompe el silencio: “Yo lo odio a Ponce…”.
Me tengo que ir y ahí se quedan, entre infidencias y vodkas. Afuera, los guardaespaldas duermen en cuatro carros enormes. Prendo el auto, me siento revuelta, como con ganas de vomitar.