Es probable que el título contenga una repetición, pues toda concertación, en el ámbito público, es forzada u obligada por las circunstancias.
En la ciencia política a comienzos del siglo XVII, el teólogo calvinista Johannes Altusius luego de la conformación de los grandes Estados nacionales y los terribles sufrimientos de las guerras de religión, teorizó sobre lo que luego en la Ciencia Política se conocería como democracia “consociativa”. Por este proceso, en algunas situaciones extremas las mayorías políticas, en busca de un bien común, deben ceder posiciones a favor de algunas minorías. Entre los ejemplos más recurridos para explicar esta contradicción de intereses, en el ejercicio del poder, están los Pactos de la Moncloa en la España post-franquista, el Frente Amplio de Izquierda en el Uruguay y la Concertación por la Democracia en Chile, este último fue el camino para derrotar al dictador Pinochet e inaugurar cuatro periodos constitucionales de gobiernos socialistas y demócrata-cristianos.
En el Ecuador, que solo ha sufrido el trauma de 1941 y 1942 solo existen breves referencias a estos capítulos en la vida republicana. Por ejemplo, el pacto político de Alianza Democrática Ecuatoriana, ADE, en 1944, para derrocar al gobierno del Dr. Arroyo del Río, regresar al Dr. Velasco Ibarra y expedir la Constitución de 1945. También merece incluirse en este tipo de experiencias el Plan de Retorno a la Democracia del Gobierno militar en 1978 y 1979 y los dos primeros años del Dr. Rodrigo Borja cuando existió el pacto parlamentario entre la Democracia Popular y la Izquierda Democrática.
Este amplio antecedente es indispensable para evaluar la situación del Ecuador, luego del cataclismo electoral último. Estamos frente a dos años de difícil administración económica hasta que se incorpore al sistema productivo las centrales hidroeléctricas Toachi- Pilatón y Coca-Codo Sinclair; súmese, un escenario político donde no se perciben líderes, equipos ni programas. Como dijo con mucha precisión Mariano Grondona respecto a la República Argentina, para comprender mejor nuestras carencias: “El país estuvo cerca de zozobrar más de una vez, pero aquellos que una y otra vez lo salvaron quizá tenían una ventaja que nosotros no tenemos: eran conscientes del peligro”.
Por ese motivo es necesario evaluar una concertación similar a la de España después de Franco entre la derecha productiva y la administración política de eso que suelen llamar socialismo del siglo XXI, revolución ciudadana y que ahora se conoce como 23-F.
Si hay aceptación a un propósito de esta magnitud es indispensable un gran acuerdo nacional. A los extremistas de izquierda, que siempre se opondrán a todo, se los puede enviar a Crimea y a los de derecha a un extenso seminario en alguna caverna republicana en EE.UU. Algo aprenderán, pero serán extraordinarias oportunidades para quedarse callados y no inmiscuirse en la conducción de los destinos de la nación en momentos difíciles.