En la actualidad se habla mucho de la comunicación y de la revolución tecnológica; la sociedad contemporánea es -como dice el filósofo italiano Gianni Vattimo- “sociedad de la comunicación generalizada”. En las sociedades contemporáneas, esta capacidad de comunicación que antes se restringía al ámbito doméstico y religioso, ahora se ha desplegado enormemente gracias a los medios de comunicación y a su permanente innovación tecnológica. La comunicación generalizada no sólo potencia la autonomía moral de los individuos, sino que dispara la capacidad interpretativa de todo actor social y político. Los medios pueden verse envueltos en una vorágine de interpretaciones, frente a cuya complejidad emerge la tentación, que proviene del poder político, de controlarlos y reducirlos a canalizadores de verdades unívocas e inapelables.
Los medios se encuentran ante un serio desafío: permitir el ejercicio de una libre posibilidad de acceso a la información, o usar su posición estratégica como un campo instrumental para acrecentar y reproducir las apetencias del poder. En ambos casos, la sociedad incrementa su vulnerabilidad, tanto por la incertidumbre que genera la multiplicidad de voces y opciones decisionales, como por la posibilidad de que estas sean canalizadas y su complejidad reducida desde la óptica de la pura acumulación de poder.
El desafío para el mundo de la comunicación consiste en constituir su propia capacidad de auto-observación, de delimitar fronteras con los otros campos de construcción de realidad que presionan sobre los medios como son el mercado y la política. Esta auto-referencialidad de los medios tiene que ver con un doble reconocimiento, el de su función de intermediación, función acotada a permitir la emergencia de las voces que componen la realidad del mundo plural contemporáneo, lo que se traduce en resistencia a la tentación de sustituir a los actores efectivos del mundo social y político.
Un segundo reconocimiento hace referencia a su dimensión activa; los operadores de los medios deben estar conscientes que tienen entre sus manos la capacidad de resignificación del mundo; desde esta perspectiva los medios no son solo instrumentos, son también espacios para la configuración del sentido.
En la actualidad, en América Latina, los medios están siendo perseguidos y acosados por el poder político en su afán por reducir la complejidad de voces que caracterizan al mundo contemporáneo. Es en estas circunstancias que la democracia se pone a prueba; la medida de su profundidad tiene que ver con la magnitud en la cual permita la vigencia de estas dimensiones de autonomía y de resignificación del mundo, que solamente los medios de comunicación pueden garantizar.