Soluciones ante la falta de empleo, educación de mayor calidad, uso responsable de los recursos públicos, transparencia, pensiones dignas, reducción de la pobreza, subsidios solo para grupos prioritarios, oportunidades para emprender, instituciones públicas eficientes, justicia independiente, etc. La lista de peticiones para el próximo Presidente de la República puede aumentar, pero es más o menos la misma que se planteaba a los gobiernos anteriores. Entonces, ¿cómo escoger entre un candidato y otro?
Básicamente por su programa de gobierno, por la calidad de su equipo de trabajo y por su capacidad para conseguir acuerdos mínimos con la sociedad. No solo hay que tener propuestas económicas, políticas, sociales o ambientales, sino contar con personas que puedan llevarlas a cabo, ya que muchas ofertas no se cumplen por falta de gente capacitada para ejecutarlas. Y luego, si no hay acuerdos mínimos, por ejemplo para la explotación minera, no hay que sorprenderse de los conflictos sociales.
Hasta ahora hay claridad sobre los programas de gobierno de los candidatos, con dos corrientes definidas. La oficialista, que defiende las políticas de la última década y que muestra mejores resultados en el área social que en la productiva. Y la otra, que promueve una mayor participación de la empresa privada, la cual ha permanecido en segundo plano durante la actual administración. Ambas corrientes tienen ahora un punto de coincidencia producto del fin del boom petrolero: un giro en el modelo económico, aunque unos lo hacen por convicción y otros por necesidad. Sobre los equipos de trabajo no hay mucha información, aunque se sabe que aquellos partidos con estructura están en mejor capacidad de presentar cuadros para diferentes áreas. Algo similar ocurre con los acuerdos mínimos, pues en la campaña electoral los candidatos se esfuerzan por explotar sus diferencias, pero una vez que lleguen al poder necesitarán de esos acuerdos para gobernar los próximos cuatro años.