Cuatro horas conversó Julián Assange el 9 de noviembre con dos personas en su domicilio en Londres. Nada tendría de malo si es que el domicilio de Assange no fuera, desde hace más de cinco años, la embajada del Ecuador, país que le dio asilo diplomático y paga sus gastos, y si los visitantes no fueran ideólogos y promotores del movimiento secesionista en Cataluña.
Cuando hace cinco años Correa y su Canciller, Ricardo Patiño, concedieron el asilo político a Assange, ya preocupaba la complicada decisión geopolítica que implicaba, aunque se la justificara por la defensa de los derechos humanos.
Hoy, cinco y pico de años después, resulta indigerible que los gobiernos de Correa y Moreno aguanten como burro en aguacero la actitud prepotente de Assange y su desafío al derecho de asilo, que tiene unas reglas y unos límites que Assange ni ha respetado ni le importan.
No solo que se ha burlado del país que lo acoge; no solo que fue él quien reveló que el Ecuador le dio pasaporte a Snowden para que huya de Hong Kong a Rusia; no solo que opinó en la campaña presidencial ecuatoriana, sino que continúa de ciberactivista a su aire, en contra o a favor de la causa que escoge (o para la que le pagan), mandando miles de correos filtrados o de mensajes sesgados. Lo ha hecho en estas semanas, difundiendo miles de mensajes y desinformaciones en apoyo del independentismo catalán. Y aunque Soler niegue que trató con Assange de la campaña para las elecciones autonómicas del 21 de diciembre, es cuestión de sumar dos más dos.
Libreto conocido. Hillary Clinton sostiene ante la prensa y en su libro “What Happened?” que Assange fue parte de la operación de los servicios secretos rusos para interferir en las elecciones estadounidenses de 2016, afectar su candidatura y ayudar a Trump. “Assange se ha convertido en una suerte de oportunista nihilista que hace el trabajo sucio para un dictador” y WikiLeaks en “una subsidiaria de la inteligencia rusa”, dijo.
Assange, por supuesto, no se quedó callado; llamó mentirosa, oscura y rastrera a la señora Clinton. Pero fue WikiLeaks la que filtró miles de correos electrónicos de John Podesta, jefe de la campaña de Clinton, hackeados por los rusos.
Anteayer se supo que Donald Trump junior intercambió mensajes directamente con WikiLeaks, pidiendo y aceptando consejos de cómo promocionar las filtraciones contra Clinton.
¿A qué juega el Ecuador soportando esto? Igual que se paseaba en calzoncillos por la sede de la misión ecuatoriana en 3 Hans Crescent Street, delante de secretarias y personal diplomático, Assange desafía al Ecuador al continuar de ciberactivista en las campañas presidenciales o en las crisis secesionistas de países amigos del Ecuador.