No fue necesario que se terminara la Historia como preconizó equivocadamente Francis Fukuyama en 1992 para que estemos a las puertas de que comience otra que puede ser, esta si, catastrófica.
Estados Unidos, supuestamente la primera y más poderosa democracia del mundo, estará dirigida a partir del 20 de enero por un megalómano, xenófobo, intolerante y autoritario personaje. Su gestión interna y, sobretodo, internacional marcará el inicio de una nueva Historia que podría llevar, sin exageración, al fin de la humanidad.
Aun antes de asumir sus funciones, las torpes actitudes en sus relaciones con China al acercarse a Taiwán, y cuestionar la construcción de unas islas artificiales, ha llevado al futuro gobernante a afrontar una furibunda reacción de China.
Washington, desde hace más de veinte años había llegado a establecer un vínculo pragmático con Beijing, bajo el reconocimiento del principio de una sola China, y con Taipéi relaciones comerciales, económicas y hasta políticas, pero no diplomáticas, profundas aunque poco visibles.
Medios oficiales chinos, ante estos pronunciamientos de Trump, han advertido de “una confrontación devastadora” y hasta de “una guerra” si la posición estadounidense tradicional varía. Bien sabemos del poderío económico y geopolítico chino pero sobretodo sabemos del botón nuclear de que dispone su presidente Xi Jin Ping, personaje cuyo autoritarismo no se discute.
Así mismo, esa aparente proximidad de Trump con Moscú por la amistad de su Secretario de Estado con Putin puede traerle negativas consecuencias a EE. UU. en su relacionamiento con otros aliados poco afines con Rusia, que son muchos y poderosos. La habilidad y fuerza de Putin está fuera de duda y dispone también de un botón atómico.
Esta Historia que se inicia está acompañada de nacionalismos xenófobos que se crecen en Europa. El Brexit fue una primera señal y lo que suceda en las próximas elecciones en Francia con la extrema derecha de Marine Le Pen, junto con la incertidumbre de la permanencia de Merkel en Alemania, pueden llevarnos a un mundo inimaginable hace solo una década. La culta Europa, defensora de los derechos humanos, de la igualdad, del libre pensamiento, del respeto al otro, liderada por nacionalistas xenófobos, aliada al gobierno del otro lado del Atlántico.
El aislacionismo y el proteccionismo que pregona Trump son también componentes peligrosos de esa Historia impredecible en la que ingresamos. Si a lo anterior añadimos los fanatismos religiosos, étnicos y sobre todo al terrorismo irracional que se manifiesta cada vez con mayor frecuencia, no cabe duda que estamos en el umbral de una nueva Historia muy diferente a la que Fukuyama creyó que había llegado a su fin.
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