Es una buena pregunta en los momentos trágicos que vivimos por obra del Covid-19. Ha sido la ocasión para que la jodienda en la que hemos vivido cobre vuelo por obra de quienes actúan sin Dios ni Ley.
¿Cuándo comenzó la jodienda? Es una pregunta que deberíamos hacerla los hispanoamericanos, desde México a la Argentina. El caso del Perú es patético de solo pensar en lo que fue el Imperio de los Incas: un portento de adaptación del hombre a un hábitat bravo y difícil; una de la diez civilizaciones que registra la historia del hombre. El que más ha contribuido a la alimentación humana. Y todo en orden y concierto según los Primeros Cronistas de Indias.
Con Roger Guerra-García, mi amigo cajamarquino, fuimos testigos de una interpretación insólita de la historia peruana. Cuando nos dirigíamos al Cuarto del Rescate se nos había adelantado un grupo de estudiantes con su maestro. Les hacía preguntas que el mismo contestaba. – ¿Cuándo comenzó a joderse el Perú? – Cuando los españoles no cumplieron con lo pactado: este cuarto lleno de oro y plata a cambio de la libertad del Inca Atahualpa. El Inca cumplió. Los españoles no le soltaron y le mataron. Ahí comenzó a joderse nuestro Perú… Hasta el presente diría Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, en su relato “Conversación en La Catedral” (1969).
Con nuevos títulos y anteriores lecturas voy neutralizándole al tedio de este confinamiento. Obras que me impactaron llegan a mis ojos ávidos con toda su compleja desnudez.
“Conversación en La Catedral”. Realidad y ficción. Un Perú jodido hasta decir basta. Años de la dictadura del General Odría (1948-1956). Lima el centro de la jodienda. A Odría no se le toca. El aparato estatal, desde ministros hasta choferes, corrompidos y corruptos. Una ciénega de fondo: prostíbulos, amantes, putas, ‘cafiches’ (chulos), maricones, borrachos insaciables, periodistas que saben escribir pero a los que se les niega el derecho a pensar. Los más en el plan de hacerse de una tajada de los bienes públicos. Por donde se toque salta pus. La Universidad de San Marcos envuelta en este infierno. El relato-novela de Vargas Llosa se queda corto en el tiempo. Cinco ex Presidentes con órdenes de prisión por delitos penados por la Ley. Uno de ellos se suicida antes de que le caiga la sentencia. ¿El final de la jodienda?
Desde luego que se inició en Cajamarca la jodienda en nuestro país. Pero hay algo más de implicaciones extremas: fueron oteadores cañaris los que dieron con Rumiñahui. Lo hallaron íngrimo abandonado por sus huestes. Quemado vivo por orden de Benalcázar. De ahí en adelante: sociedades conformadas por vencedores y vencidos. El peso de la Ley para el de poncho. Oligarcas y plutócratas dueños de vidas y haciendas con lagarteras para los cholos revoltosos. Jodienda trágica la nuestra.