Monseñor Julio Parrilla

El infinito en un junco

Es el título del último libro de Irene Vallejo (Siruela, 2019) sobre la invención de los libros en el mundo antiguo. El libro ha sido un auténtico boom editorial. La primera edición se publicó en el año 2019 y apenas un año y medio después han salido a la luz 32 ediciones, todo un récord en estos tiempos en que la pandemia parecía vencer al mundo. Es un libro precioso, con algún vacío destacable, pero capaz de suscitar interés y emoción. Leer un libro puede suscitar la misma pasión que un viaje, con la ventaja de que el pasaporte no tiene caducidad. La lectura, como la brújula, puede abrir infinitos caminos, sueños, vuelos y aterrizajes. Quizá por eso los libros pueden abolir las fronteras y suscitar una hermandad más fuerte que las ideologías de poder. No es extraño que una de las escenas más dramáticas del nazismo (y de cualquier inquisición) fuera la quema de libros en la plaza pública. Gracias a Dios, esos métodos nunca lograron acabar con las palabras.

Irene Vallejo escribe un libro sobre la historia de los libros y, con la pasión del peregrino, viaja en el espacio y en el tiempo: Alejandro Magno, la biblioteca de Alejandría, los palacios de Cleopatra, el asesinato de Hipatia, la biblioteca de Sarajevo o el laberinto de Oxford, hasta llegar a los grandes cuestionamientos de la postverdad. Cuando uno navega por las corrientes más profundas de la cultura se da cuenta, como cuando toca la Casa Común, los libros, el arte, la música o el baile, de que, extendida en el tiempo, lo que realmente se está tocando es el alma humana y la capacidad que el hombre tiene de crear y de cuidar y de construir su propia historia. Quien escribe y quien lee siempre tendrá algo que aportar a favor de la condición humana.

Echo en falta (de ahì viene lo del vacío destacable del principio) una referencia más explícita, rica y justa a la Biblia (la primera de las bibliotecas) y al papel imprescindible de los monasterios medievales a la hora de escribir, copiar, conservar y transmitir miles de libros que unieron a Europa y le dieron identidad más que Carlo Magno o Adenauer.

Mas allá de las intuiciones de los sabios y de las adivinanzas de los necios, no sé muy bien por dónde irá el futuro del mundo: Covid, medios telemáticos, inteligencia artificial, globalización, transnacionales y grupos de poder ponen en cuestión nuestro mundo cultural. Leyendo “El infinito en un junco” percibo la fragilidad de las palabras, el riesgo del olvido. Es un milagro, en medio de esta cultura visual y efímera, que los muchos cánones literarios, como un junco en medio de las aguas, subsistan y se mantengan en pie. Ojalá que la escuela ayude a mantener vivas las palabras y sea transmisora de cultura.

El libro de Irene Vallejo, culta, sensible y apasionada, es un aporte precioso que merece la pena leer y meditar, un ensayo necesario para este tiempo iletrado.

jparrilla@elcomercio.org

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