Liderar un país, más allá de una muy importante y privilegiada responsabilidad y distinción, es una actividad muy compleja, sujeta a diversas críticas, a veces justas y otras injustas, y a su vez éstas posiblemente cambiantes en función del presente y de la perspectiva analítica dada en el tiempo, ajena a pasiones circunstanciales.
Los mandantes, en muchos casos, pecamos de fijarnos solo en lo malo y no en los elementos positivos que también pueden existir. El actual Gobierno ha dado pasos acertados, así por ejemplo, el haber generado en la población un clima de diálogo y de tranquilidad, dentro del cual se pueda opinar con libertad, sin temor a represalias.
Otro paso vital fue fortalecer la dolarización con la Ley Orgánica para la Reactivación de la Economía, con la que se cortó de plano y con acierto a la moneda electrónica, así como con la Ley de Fomento Productivo, al suprimir que el Banco Central pueda adquirir títulos y obligaciones emitidos por el ente rector de las Finanzas Públicas; sin perjuicio de la bondad de ambas leyes, el establecimiento de estímulos tributarios, que coadyuvan inteligentemente a la reconstrucción de la debilitada confianza, sobre todo en cuanto a la inversión extranjera, y cuyos réditos con paciencia esperemos se den en el futuro.
Sin duda un mérito indiscutible es haber puesto eficientemente el puente democrático, para salvar al país del hondo precipicio de la devaluada y mortal revolución del siglo XXI. Por otro lado, las en camino reformas laborales (flexibilización laboral) y tributarias (reducción progresiva de ISD entre otras) tienen mucho sentido.
Por supuesto hay importantes temas pendientes, como el debido esclarecimiento de los “Inapapers”; la migración venezolana; el asunto carcelario; y la fundamental disminución del elevado gasto corriente, mediante, entre otros, la reducción considerable de la grasa burocrática, puesto que no cabe que la sociedad en su conjunto, continúe esclavizada arancelaria y tributariamente, para pagar los sueldos de un grupo de privilegiados e innecesarios burócratas.
El Mandatario sabrá entender que el mejor juez no es el momento actual sino más bien la Historia, quien lo juzgará en función de sus decisiones, muchas veces duras e impopulares, pero a la final del día imprescindibles, si queremos un Ecuador económicamente sano y activo.
Ante la pregunta del título, si es un traidor? …Sí, efectivamente el presidente Lenin Moreno es un traidor! Pero para quién? …Lo es para aquel grupo de vivarachos que pensaban que iban a ser solapados en sus fechorías… Siendo así, ese calificativo y viendo de dónde proviene, resulta más bien un alto honor, ya que lo verdaderamente importante es que no traicione el juramento ante la Constitución y ante la Patria.