Lo que presenciamos en estos días en nuestro país es surrealista. Ante la huelga de hambre del ex vicepresidente Glas, en rechazo a su traslado a la cárcel de Latacunga, Ricardo Patiño, ex ministro de Economía y de Defensa y ex canciller del Ecuador, ha llamado a la resistencia combativa y amenaza con tomarse carreteras e instituciones.
Sembrar el caos parece ser la apuesta de quiénes planearon tener un títere en Carondelet; pero, al no lograrlo, algunos se pusieron a buen recaudo y los demás se agazaparon para observar si sus fechorías salen a la luz y reaccionar atacando a quienes denuncian.
En Cuenca, el 3 de noviembre, a la comitiva presidencial que ingresaba a la Sesión Solemne por los 198 años de Independencia, le lanzaron huevos, que cayeron al piso. De inmediato y, cuando las autoridades no habían dicho nada respecto a la edad de los supuestos autores, en las redes se condenaba la detención de unos menores.
Mientras una foto con los supuestos efectos del ataque circulaba por las mismas redes. Se trataba de un montaje. La tramoya se vino abajo con la publicación de la foto original, en Twitter, probando que trucaron una imagen de abril pasado.
La “revelación” del prófugo secretario de Comunicación de Correa, Fernando Alvarado diciendo que quien le ayudó a liberarse del grillete “está muy cerca” de Lenín Moreno, es veneno puro, y formaría parte del plan desestabilizador, al poner bajo sospecha del Presidente a su propio entorno, para afectarlo, incluso, emocionalmente. A la vez de enviar contundente advertencia a quienes podrían, eventualmente, dar la espalda a su antiguo jefe.
El panorama político para el presidente Moreno luce complicado. Paradójicamente, podría también significar un punto de inflexión en su gestión. Sin alternativas a la vista, parece no tener más remedio que, ahora sí, probar que su anunciada lucha contra la corrupción es genuina y actuar en consecuencia. Para comenzar, podría separar a los colaboradores bajo sospecha.
Esa acción motivaría a los jueces a acelerar los fallos sobre decenas de casos de corrupción que involucran a funcionarios. Y hasta podría sacar al Fiscal General de la Nación del ensimismamiento en el que parece haber caído, ya sea por la influencia de un extraño círculo que, dicen, lo rodea. O por supuestas presiones desde el poder que se comenta existirían.
Una cruzada nacional contra la corrupción, en la que cada cual actúe en su rol, parece ser la única posibilidad del Ecuador para enfrentar a quienes, como Ricardo Patiño, han pasado de condenar la violencia cuando estaba en el poder, a promoverla desde la oposición. Y de denunciar a supuestos desestabilizadores, a ser protagonista del desafuero.
Todo esto porque hasta parece preferiría ir la cárcel por subversivo, y victimizarse, en lugar de ser sancionado por la corrupción que se imputa al gobierno al que perteneció.