¡Otro juez! ¿Cuántos jueces corrompidos habrá en el país? Si hubiese un Consejo de la Judicatura confiable, los ciudadanos diríamos: ¡está bien, que cobren y se vayan, que sigan uno por uno todos los jueces corruptos hasta que no quede ninguno! Los casos de corrupción se multiplican en el poder judicial, en el poder legislativo y en el poder ejecutivo; mientras tanto la lucha anticorrupción dormita en el rincón de alguna oficina.
Funcionarios ad honorem que toman decisiones y hacen nombramientos, funcionarios propuestos que se rebelan antes de ser nombrados y proponentes que se arrepienten de haberlos nombrado, antes de que se hayan posesionado. ¿Les parece horrible? ¡Escuchen las conversaciones telefónicas que se han difundido! “El presidente no te quiere en la terna” (terna del presidente); “quedaste en renunciar y no has cumplido tu palabra”; “quedaron en que no iba a haber quorum” (en otro poder del Estado).
Los gobernantes y los políticos no se hacen cargo de que están viviendo en una casa de cristal que ellos mismos se han fabricado. La cantidad de audios y videos que se difunden y ponen al descubierto la corrupción, es obra de políticos que no se fían unos de otros, que se chantajean y se cobran venganzas.
Han olvidado a Vladimiro Montesinos, ese jefe de inteligencia de Perú que se puso a sí mismo una trampa y terminó en la cárcel hace 22 años; filmaba la entrega de dinero y favores a políticos y empresarios. Tal como los políticos de aquí que se ponen mutuamente los cueros al sol.
El absurdo que exhiben personas que tienen más dinero del que pueden gastar en varias vidas y aun así roban, nos lleva a creer que tiene razón John Ralston Saul cuando dice que el dinero anuló primero el espíritu y ahora está anulando la democracia. Nuestra política se ha convertido en un pleito, sin fin, de intereses. Ya no hay propósito ni solidaridad ni bien común; sólo hay mal reparto y a eso le damos nombres solemnes: ingobernabilidad, oposición, golpismo, crisis.