Mostrarse debilucho con las mama-luchas ocasiona graves daños. Este dicho común en el barrio del Panecillo ocurrió de verdad en Alemania la noche del viernes 30 de setiembre de 1938. Debilucho fue un primer ministro británico. Debilucho fue un presidente francés. La mama-lucha era un canciller nazi. Por proteger la paz, reculó el inglés y por proteger la paz reculó el francés. Y ambos recularon durante 340 días con sus noches. El viernes primero de setiembre, mama-lucha invadió Polonia. La debilidad ocasionó de 50 a 70 millones de muertos entre el 1 de setiembre de 1939 y el 15 de agosto de 1945.
Conforme avanzaba la segunda guerra mundial con su cortejo de horrores, el sentido común, la razón razonante, la ética natural, la ética cristiana decían hay que matar a mama-lucha. En efecto, el 20 de julio de 1944 trataron de matar a Hitler, pero Hitler ni siquiera parpadeó. Entre los conspiradores estuvo un pastor luterano, una de las mentes más brillantes y humanas de Alemania y autor de un famoso tratado de ética, quien sí que murió colgado de un gancho de carnicero en una prisión de Berlín.
Se decía que Santo Tomás de Aquino allá en el siglo XIII estaba por la tesis de que era lícito matar a un tirano si se daban ciertas condiciones. Y se decía a la vez que no quedaba en claro si realmente había querido decir tan bárbara sabiduría. Y en 1599, el jesuita Juan de Mariana en la obra “Sobre el rey y la institución real” trató de manera extensa el tiranicidio. Gracias, Señor, por la red que tan eruditos nos vuelven.
Este fabuloso siglo XXI ya va compitiendo en sangre, sudor y muertes con el atroz siglo veinte. Hitler quería expulsar a los judíos a Madagascar o a Ecuador. Ahora don Nicolás Maduro ha terminado, por fin, de madurar. Y en vez de quemar en hornos de gas a seis millones de venezolanos, está cariñosamente permitiéndolos salir a que vean con vista de ojos cuán mal anda la América del Sur. ¿Habrá que matar, entonces, a este tierno ruiseñor?
No, de ninguna manera. La Tierra es ahora un planeta sofisticado, de derechos, de toda clase de derechos. ¿Matar a un tirano? No de ninguna manera, esto no se les ha ocurrido ni a las feministas más ultras. Dialogar es lo que el pueblo universal quiere hacer. Que mueran más venezolanos y sufran y hambreen es un efecto secundario; lo sustancial es que viva el tirano.
Ecuador, nuestra patria bien amada, perfeccionó la Doctrina Roldós con la Doctrina Correa: “El cochino es soberano, por más cochino que sea”.
La OEA, tres vocales fuertes, no ha podido crear ni siquiera un remedo de la Alianza del Atlántico Norte, la NATO. Mostrarse debilucha ocasiona graves daños. Hay petróleo en Venezuela, míster Trump, ¿qué espera?
P.S. No me acuerdo de haber escrito esta columna.