Juan González es cubano y vive solo, lejos de su país. Profesionalmente exitoso, viaja una o dos veces por año a visitar a su familia y suele ir cargado de regalos. La última vez que viajó a Cuba regresó algo asustado porque fue sometido a un interrogatorio. Le quedó claro que estaba sometido a vigilancia y que inteligencia conocía todos sus movimientos en Ecuador. Hace unas semanas me comentó que pensaba abandonar el país porque teme, según dijo, que este país termine igual que Cuba.
El anuncio de la normalización de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, del miércoles pasado, cambiará todo, según algunos. No cambiará nada, según otros. Las negociaciones del acuerdo se han llevado en secreto durante año y medio con la intervención de presidentes, Papas y dictadores y contó, en los últimos días, con el apoyo demasiado profético del afamado New York Times. Es muy difícil conseguir consenso en un tema tan complejo ni en la prensa ni en la política. Mientras unos diarios califican como una decisión valiente y necesaria de Barack Obama, otros piensan que es un salvavidas inmerecido que les lanza a los hermanos Castro. El mito del enemigo se acabó, dice Yoani Sánchez, ha comenzado la difícil realidad de la coexistencia. En Washington, mientras tanto, el senador Marco Rubio advierte: lo que provocarán estos cambios es que el Régimen se aferre más fuerte al poder por varias décadas más.
En el Viejo Continente se considera una salida del comunismo al estilo de los países de Europa Oriental, abriendo la economía a la empresa privada y a la inversión extranjera. Los planetas se han alineado con la concurrencia de la caída de los precios del petróleo, un Obama que se niega a ser el “pato rengo” y el desplome de la economía cubana por la bancarrota de su protector Venezuela. La ayuda comercial y financiera de Estados Unidos le llega en el momento preciso para desarrollar el incipiente empresariado cubano. Se supone que las primeras en llegar serán las empresas americanas de tecnologías de la información y que el poder castrista, habiendo perdido su mejor enemigo, va a descubrir, como dice el diario Le Monde, que el Internet y Western Union son armas más poderosas que todos los embargos de la tierra.
Mi amigo cubano Juan González no se fía de los discursos ni las noticias. Después de cinco décadas de engaños, dice, no se puede ser optimista. Los Castro conocen este juego de memoria, añade, sueltan la presión cuando se ahogan, pero solo para ajustar más cuando han recuperado el aliento. Dirán que en Cuba hay acceso a Internet y es cierto, pero cada hora cuesta una cuarta parte del salario. Hay correo electrónico, pero enviar o recibir una foto cuesta un tercio del salario. También se venden autos, pero un Peugeot de cuarenta mil dólares cuesta en Cuba 240 000, más de 1 000 años de salario mínimo.